AL CONTRATAQUE

Sutilezas bizantinas

Paco Mariscal

Paco Mariscal

Amigos y allegados del cauce seco de la capital de La Plana, los meridianos y paralelos, como nos enseñaron en la escuela, son líneas imaginarias. Los paralelos indican cuál es nuestra lejanía, al norte o sur, del ecuador; los meridianos marcan los husos horarios de nuestro Planeta globalizado. Esas imaginarias rayas las encontramos siempre en los buenos mapas, cuando estamos y cuando no estamos en campañas electorales. El vecindario de huerta y secano en las tierras castellonenses del País Valenciano disfruta, además y este respecto, de privilegio singular: aquí se cruza el paralelo 40 con el meridiano de Greenwich, el meridiano cero desde el que comienzan las horas del reloj a escasos metros del Riu Sec.

Por eso, si nuestra mirada cabalga hacia el norte, el humedal de La Plana nos acerca al distrito londinense de Greenwich, donde predomina la flema británica que es un tanto extraña por estos pagos, y más extraña todavía durante las campañas electorales. Si nos subimos en el paralelo 40, entonces nos dirigimos al este; dejamos en casa Les Illes Columbretes y nos vamos por Cerdeña, la bota de Italia, Grecia y el Egeo hasta el Bósforo, observamos el Asia Menor y rozamos Ankara. Antes de rozar la capital administrativa de Turquía, fijamos la mirada en Estambul la capital histórica y cultural de los turcos, a unas decenas de quilómetros del paralelo 40. Esa Estambul que un día fue Constantinopla y antes Bizancio. Una ciudad que siempre fue un referente cultural en la geografía europea.

Por el arco de triunfo

En la Europa occidental, y por ende en las anchas Españas, supimos de mosaicos bizantinos, de restos bizantinos en los cantos litúrgicos toledanos, de huellas en nuestra legislación del código bizantino de Justiniano. Y en las lenguas neolatinas de la Península Ibérica quedó fijado el vocablo bizantinismo como sinónimo o equivalente de lo inútil e intrascendente de un argumento cuando discutimos o polemizamos. Y todo tiene su razón en las lenguas con las cuales nos comunicamos: cuando, un mayo de 1453, las tropas turcas asediaban Constantinopla, cuando entre los asediados reinaba el hambre, la guerra y la enfermedad, los teólogos de la ciudad, los entendidos en cuestiones religiosas, se pasaban las penalidades por el arco de triunfo y discutían con otros teólogos, también cristianos, si los ángeles eran de sexo masculino o si eran de sexo femenino, o si, por apaciguar la discusión los ángeles eran hermafroditas. Y eso el siglo XV, no en el siglo XXI y en campaña electoral. Constantinopla cayó en manos de los infieles, y la Europa cristina se convirtió en un mar de lamentos. Desde entonces, pues, el bizantinismo se convirtió en discusión inútil, argumentación artificiosa o sutileza intrascendente. Se me olvidaba, vecinos, entre los defensores de la sitiada Constantinopla hubo soldados italianos y soldados llegados desde la Confederación catalano-aragonesa medieval, que incluía el antiguo Reino de Valencia. No ponen en claro los legajos históricos si, entre los procedentes del Regne de València hubiese algún vecino de nuestro Riu Sec.

Por cierto, vecinos, los descendientes de aquellos soldados de la Corona de Aragón, junto con los demás hispanos descendientes del vecindario de aquella época, hemos de aguantar los bizantinismos del siglo XXI en campaña electoral: el 2 de Mayo, los madriles, los ministros invitados o no, el podio de autoridades o el sexo de los ángeles. ¿Acabaremos también, junto al Riu Sec, en manos de los infieles?

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