A FONDO

Aleph (y II)

Votar no es una obligación, pero quizás sea un imperativo cívico de quienes apuestan por la democracia

Paco Mariscal

Paco Mariscal

Hechas las pocas excepciones de rigor entre nuestros políticos, pocas pero las hay, el comportamiento de los candidatos electorales estos días genera un hastío insoportable desde el círculo de Borges donde se observa la realidad del entorno. Capuletos y montescos mayoritarios, minoritarios tirios y troyanos, y, claro está, los inevitables radicales extremistas cartagineses o romanos, agobian a quienes se interesan por los acontecimientos en el ámbito de lo público.

Allegados y vecinos del Riu Sec en la huerta y el secano castellonense, es harto probable que una gran parte del electorado, con la cual se identifica quien suscribe, querría tropezar con el astuto Ulises del clásico Homero. El héroe de la Odisea, durante su viaje de regreso a casa tras la guerra de Troya, se enfrenta a numerosos peligros. Entre ellos el de los cantos de las sirenas; sus sirenas que aturdían y encantaban con su melodía a los marineros, y los marineros perdían el control de la embarcación y se estrellaban contra unos acantilados. El sagaz Ulises sorteó el peligro: taponó con cera las orejas de la marinería, y él se ató de pies y manos al mástil del bajel. La tripulación no oyó nada, el capitán Ulises sí oyó, pero estaba atado y no cambió el rumbo del barco. Llegó a Ítaca, su patria, donde esperaba paciente su Penélope.

La abstención es pecado capital

Los ciudadanos irritados, hastiados o aturdidos por estas campañas electorales con cantos de sirena, también llegaremos a las urnas el 28 de este mayo florido y seco. Con la serenidad de Ulises, depositaremos nuestra papeleta en las urnas para elegir nuestros gobiernos municipales y autonómicos. Una papeleta con inexplicables listas cerradas y bloqueadas elaboradas por los partidos políticos en elecciones locales. En Castelló del Riu Sec, en el País Valenciano o en el resto de las anchas Españas, votar no es una obligación legal como en Turquía, por ejemplo. Aquí quizás solo sea un imperativo cívico de quienes apuestan por la democracia. Por eso la abstención es pecado capital, ignorancia supina, o indiferencia incívica. Nuestra democracia no es perfecta, de acuerdo. Pero disfrutamos de nuestras libertades. Sin ir más lejos, la libertad de expresión. ¿No es acaso un ejemplo palpable la verborrea sin cortapisas estos días de la mayoría de nuestros políticos? Verborrea que incluye la insidia, la media verdad, la falacia como argumento, la negación de la acción del adversario y un largo etcétera. Mítines y debates que son monólogos en recintos cerrados, y candidatos que intentan vender la mercancía como vendedores callejeros, o charlatanes que ofrecen la pócima prodigiosa que todo lo cura y salva. No hace falta concretizar, vecinos: basta con seguir cualquiera de esos espectáculos en casa.

Con todo, hay que arrimarse a las urnas, e intentar que las riendas de nuestros gobiernos municipales y autonómicos estén en manos de lo menos malo, ya que no de lo preferible, debido a las listas bloqueadas. Y respecto al vocerío o canto de sirenas de los candidatos, nos quedamos con Jorge Luis Borges, adversario de comunistas, nacionalistas y populistas a lo Juan Domingo Perón. Le preguntaron al ciego escritor argentino si los peronistas eran buenos o malos. El clarividente Borges contestó: «Los peronistas no son buenos ni son malos: son incorregibles».

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