A QUEMARROPA

La campaña electoral

Pablo Sebastiá

Pablo Sebastiá

Estamos a escasos siete días de las elecciones locales y autonómicas. Probablemente las más disputadas de los últimos treinta o cuarenta años. Desde que Gozalbo ganó la alcaldía por uno y cuatro años más tarde la perdió por uno no se ha visto nada igual. Atrás quedaron las apabullantes victorias de Gimeno y Fabra, o el contundente triunfo del tripartito encabezado por Marco.

Por eso, y por expresa recomendación de mi mujer, que para estas cosas es muy sabia, y para otras también, hoy no hablaré de política. No criticaré nada de lo que nuestros gobernantes hacen mal, para no influir en el resultado final (si es remotamente posible). Y no alabaré nada de lo que hacen bien, precisamente por el mismo motivo. No me ciscaré en madre de nadie, ni en el padre, ni diré nada sobre las propuestas demenciales que unos y otros están sacándose de la chistera. No lo haré. No señor.

Ayer, una lectora habitual (sí, haberlas las hay) de esta humilde columna me decía que, últimamente, me leía algo más suave de lo habitual. Como se figurarán, queridos lectores, no me quedó más remedio que darle la razón. Ya pasará el 28M y volverán las oscuras golondrinas (¡Ay, si Bécquer levantara la cabeza!) periodísticas y articuloides. Porque temas, temitas y temazos para arrear mandobles a diestro y siniestro sigue habiendo para aburrir en esta bendita tierra. Tanto si hablamos de industria, como de comercio, o de agricultura, o de urbanismo, o de circulación viaria, o de política lingüística, o de educación, o de sanidad, o de burocracia y burrocracia (somos el país europeo más burocrático y en el que las trabas administrativas más dificultan el progreso), o de tantas cosas que seguirán indignando a propios y extraños. He dicho.

Escritor

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