Babor y estribor

El héroe Granell y la monarquía

Existe una parte trascendental de su apasionante historia que es poco conocida

Basilio Trilles

Basilio Trilles

El pasado viernes compartí la contra con el reportaje de la colega Cristina Garcia: 'El héroe que liberó París', título que hacía referencia al militar y político burrianense Amado Granell, personaje sobre el que escribí la novela 'El español de la foto de París' (Inédita, 2009. 499 páginas). Agradezco a Cristina que hiciera referencia a mi obra y al texto en homenaje a los republicanos exiliados que lucharon en las filas del Ejército del general De Gaulle: 'La Nueve: Los españoles que liberaron París' (Ediciones B, 2008. 289 páginas) de la periodista Evelyn Mesquida. Interesante ensayo, fundamental a la hora de remover conciencias en la Francia del olvido, en el que Mesquida dedica ocho páginas a Granell. Un año antes Rafael Torres publicó El hombre que liberó París. Amado Granell y la última batalla de la República (Ediciones Temas de Hoy, 2007. 224 páginas), fruto de conversaciones mantenidas con Paulina Gaubeca, compañera sentimental de Granell con la que convivió entre 1954 y 1972.

Existe una parte trascendental de la apasionante historia de Amado Granell que es poco conocida, tal vez por intereses espúrios de una parte intelectual y dirigente de la sociedad, empecinada en trazar a su gusto eso que han dado en denominar memoria histórica. Ya conté la estupefacción experimentada al oír falacias sobre Granell por boca de la entonces consellera Rosa Pérez, en el sectario homenaje celebrado en Burriana y organizado por el departamento autonómico que en octubre del 2021 dirigía la citada dirigente de Izquierda Unida. Entre otras lindezas, Pérez llegó a decir que en los años 60 Granell cruzaba clandestinamente los Pirineos para luchar contra Franco. Cabe más desfachatez. El libertador de París se afincó en Santander en 1952, bajo la capa protectora del entorno de Don Juan de Borbón, logrando un trabajo de directivo en la fábrica La Polar. En fin…

Precisamente la parte que se soslaya de Amado Granell es su contribución en el intento de restaurar la Monarquía en España de la mano de Don Juan de Borbón. Tras rechazar la oferta del general Leclerc para continuar como militar profesional con el grado de comandante --pues para ello tenía que renunciar a la nacionalidad española--, Granell inicia una intensa labor política apoyado por el empresario catalán Arturo Matas, afincado en la capital del Sena. 

Con Largo Caballero entabla relación en cuanto éste sale muy enfermo del campo nazi de Sachsenhausen y se establece en el número 61 de la parisina avenida Victor Emmanuel III, que al poco pasaría a denominarse Franklin D. Roosevelt. Largo no es el mismo al que llamaban el Lenin español. Agotado y desengañado, confiesa sus graves errores del pasado y está dispuesto a colaborar en una solución que permita restaurar la monarquía.

Así, una fría mañana de los primeros días de 1946, Granell acude al domicilio de Largo, ya en el 44 de la rue La Boétie, acompañado por Hipólito Finat, marqués de Carvajal, alto funcionario de la embajada española que trabaja en secreto a favor de la causa monárquica. Tras una decisiva reunión, el 31 de enero Granell y Finat mantienen otra con Don Juan de Borbón en Lausana. Ese día el burrianense escribe a Largo: «Don Juan no aceptará de ningún modo pactos ni compromisos con Franco y con los falangistas» y continúa asegurando que «llegado el momento, la monarquía será ampliamente liberal y abrirá cauce a las aspiraciones de la clase trabajadora». La larga misiva acaba considerando cierto recelo por parte de los colaboradores del conde de Barcelona. Desde ese momento Granell protagoniza un papel fundamental en el intento de acabar con la dictadura y sustituirla por una corona parlamentaria basada en el modelo británico. El Pacto del Azor, 25 de agosto de 1948, fue el principio del fin del sueño del republicano que quería la monarquía.

Periodista y escritor

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