Las cuarenta

Modas y amnistías en el CD Castellón

Pepe Beltrán

Pepe Beltrán

Percibo un ambiente de exaltación, un subidón de adrenalina, en torno al CD Castellón. No es para menos, habida cuenta de que está protagonizando el mejor arranque de campeonato en sus cien años y pico de vida, que se dice pronto. Pero esto no ha hecho sino empezar y la cautela debe imponerse, para rabia de los tiñosos, que no siempre son los peores enemigos. Temo más a los agoreros que esperan que la caída sea más dura, y esos suelen ser de casa, unos por rencor otros por adn emocional. Ellos protagonizan el vaivén anímico, el blanco y el negro que, desde siempre, ha coronado nuestra historia. Una prudente ilusión, aderezada con humildad, es el mejor tratamiento contra la euforia desbocada.

Mientras, eso sí, la valiente apuesta por el fútbol ofensivo de Dick Schreuder --y antes la de Bob Voulgaris por su entrenador-- sigue sumando resultados. Cierto que el sistema no es infalible, asume riesgos en defensa y el examen final, el de junio, va a depender del potencial físico más que de la valía técnica que se nos supone, y la temporada es demasiado larga como para soportar según qué ritmos casi imposibles. Fútbol total se le ha venido en llamar. De la administración de los tiempos, del fondo de armario de la plantilla, verbigracia el banquillo, y de la regulación del optimismo en el vestuario, de que no se lo crean antes de hora, va a depender el éxito de la empresa, que no es otro que el ascenso.

Pero, incluso a la misma altura que los puntos cobrados, y no es una exageración, merece nuestra atención y nuestro orgullo esa cara exultante de Izán Gallén, el grauero de diez años que se hizo viral la semana pasada por la pasión con que vive el momento deportivo actual, y con él los centenares de niños a quienes han inculcado ese sentimiento ya imperecedero. Por eso mismo, esto ya no puede ser una simple moda, una película con un final pendiente de escribir por mucho que se presuma halagüeño. Es el triunfo del CD Castellón sobre sus enterradores, sobre el oportunismo de los políticos y sobre el expolio sufrido. En esa tesitura no son pocos, sobre todo entre quienes mandan, que prefieren pasar página, olvidar a tantos aprovechados, mentirosos, chorizos y sinvergüenzas, que de todo hemos tenido en Castalia.

Es la amnistía, término que ahora se ha popularizado tristemente. Yo prefiero apelar a la magnificencia con los derrotados, que decía Churchill después de haber arrasado Dresde. Oséase, primero atizarles y luego rehabilitarlos. Todos los perdones tienen un motivo, y el del general Alfonso Armada para que callara lo que sabía del 23-F lo concedieron los mismos que ahora se proclaman demócratas exquisitos y denuncian el ciertamente ominoso indulto pactado con los líderes independentistas que viene a convertir a aquellos cobardes fugados por delitos varios en mártires del Estado. Personalmente, no me convence ninguno de los dos premios, que otra cosa no parecen, y menos aún la meliflua y prostituida respuesta que se esconde detrás de cada uno de estos casos cuya indecencia y amoralidad --inmoral es otra cosa-- nunca debiera prescribir.

Lo mismo es extensivo para el CD Castellón. Ya se encargará la justicia de García Osuna, Blasco y el resto de la banda. Pero confío en que la historia, la afición en suma, no sea tan benevolente como el club. Que no olviden a los culpables de tanta ignominia. De la misma manera que aquellos cuya gestión ha agravado tan penosa situación no merecen otra consideración más suave que la de tóxicos y manirrotos.

Lloria en el recuerdo

Lloro la pérdida de la voz serena y crítica de Juan Lloria Forcada. Todavía escucho el eco de sus vibrantes retransmisiones radiofónicas, en tiempos de mayores glorias, y sus aceradas denuncias cuando el guión se torció, o ahora defendiendo el flamenco con la pasión que solo él podía regalar a sus amigos y seguidores. Un albinegro de pro con el que compartí micrófono y no pocas experiencias, porque si algo distinguió siempre a Juanito era sus ansias por vivir, intensamente y sin arrepentimientos estériles, con alegría, la misma que ahora nos ha robado. No se me ocurre a nadie que merezca más un minuto de silencio este sábado.