En la Navidad del año 2005, el ceramista universal Manolo Safont ya estuvo en estas páginas. Más de diez años después ha vuelto a estar presente en Castellón --ya para siempre-- comenzando un tiempo de eternidades que merecen su vida y su arte cerámico. Lo han recibido desde la biblioteca de la Universidad Jaume I, su titular Vicent Falomir, con el beneplácito del ilustre rector don Vicent Climent y los catedráticos especialistas don Wenceslao Rambla y quien habló de 300 obras de Safont, entre grabados y dibujos, el profesor de historias Vicente García Edo, amigo del artista.

Desde este curso que acaba de comenzar, los estudiosos del mundo, que los hay y muy significados también, podrán acercarse o tener noticias de la obra de Manolo, presente esta vez en la UJI, la Universidad de Castellón. También ha intervenido la empresa de Antigüedades Ramón i Cabrera. Todo expuesto se ha dividido en tres secciones principales relacionadas con ciencias sociales, ciencias artísticas y medicina. El trabajo de toda la vida creando y trabajando queda reflejado de alguna manera en esta gran iniciativa de nuestra universidad, que estoy seguro complacerá a Manolo Safont, cuando a él le lleguen noticias de este suceso, allá donde estuviera ahora.

MI MODELO // Lo cierto es que este hecho que hoy relato, vuelve a recordarme que siempre quedé embrujado frente a la gran obra del ceramista, que podrá servirme de modelo vital y que los carpinteros Saborit me enmarcaron hace tantísimos años. Hablo de un mural cerámico que Manolo y Anita me vendieron en los años 60 cuando yo tenía tres o cuatro oficios y empleé uno de aquellos extras para adquirir la obra que lucía espléndida en la exposición de los bajos del Círculo Mercantil. Es la Paloma de la Paz, blanca y viva, liviana y quieta como una sílfide, mágica en su vuelo como ave mitológica sobre un campo de batalla lleno de rostros humanos de difícil definición, en revoltijo con la alambrada que los retiene. El panel mide unos tres metros cuadrados y en el tiempo en que el profesor Ramón Rodríguez Culebras recibió el encargo de publicar una historia del arte de características singulares, convirtió la obra en ilustración sugeridora del espíritu de su libro.

Bueno, pues la paloma de Safont es mi luz y compañía desde mis años de juventud. Preside mi pequeño despacho y a ella miro cuando escribo o cuando leo, también cuando medito. O cuando tengo dudas, aún sabiendo que es muy sano tenerlas.

LA VIDA // Manuel Safont Castelló nació en Onda el 28 de marzo de 1928, hijo de Manuel Safont y María Castelló. Después de los primeros años de aprendizaje escolar, donde ya mostró sus buenas aptitudes para el dibujo, se incorporó como aprendiz en una fábrica de azulejos, donde pronto quedó deslumbrado por las posibilidades de aquel proceso en el que el barro se podía convertir en pieza de utilidad para la construcción y la decoración, aunque la magia llegó cuando asoció barro con barniz con el paso por el fuego, y desde el horno, a la dotación de colores y figuras para el producto final. La aparición del arte fue un acontecimiento para su mente, totalmente decisivo.

Llamado a filas, hizo el servicio militar en Palma de Mallorca, donde se ganó unas pesetillas para los gastos extra de un joven fuera de casa, pintando aquellos azulejos a modo de souvenirs que compraban los primeros turistas de las islas que iban llegando.

A finales de los 50, contrajo matrimonio con Ana del Moral Fabregat, Anita la comadrona, y la vida de Manolo adquirió otro sentido. Y aunque ella había nacido en Llucena, la boda tuvo lugar en Tales, acomodo del hermano de Anita, el cura párroco del lugar.

EL PRIMER MURAL // Precisamente fue en la iglesia de la Esperanza cuando se hizo luz su matrimonio, donde Manuel Safont donó su primer mural que pintó, según me contó su albacea y gran amigo Jesús Huguet, desde la Conselleria de Cultura.

En Onda empezó a crear arte y hacer grande su mensaje artístico de la cerámica, recuperando obras y estilos de los antiguos artesanos de la villa, que han dado dimensión profunda al museu, su Museu del Taulell, del que Manolo fue tantos años director. Y se bautizó el local como Museu del Taulell Manolo Safont, también con una nueva avenida a su nombre, en Onda. No tuvieron hijos Manolo y Anita pero yo pude verlos siempre muy unidos, el uno para el otro, una vida de amor constante y natural, en sus muchas relaciones con los demás como ejemplo, de convivencia.

El primer gozo profesional llegó cuando el Ministerio de Cultura de la época patrocinó el que sería Museo Histórico Municipal, en una iniciativa del Ayuntamiento, con Manuel Safont de primer director oficial. Después se abrió La Saleta, entrañable sala de exposiciones donde al artista mostró su capacidad para acoger a tantos amigos en su primer latido artístico. Amigos que lo convirtieron en líder de aquel movimiento de trabajo y de arte.

MAESTRO EN LA CÚSPIDE // Al rebujo de los premios y atenciones que Safont iba recibiendo, se unieron un grupo de jóvenes que se convertirán en notables de la profesión. Es el caso de Ripollés, Traver Calzada, Manolo Díaz, Amat Bellés, Catalá, también Toni Albalat, entre alguno más. Todos contribuyeron a crear la imagen física definitiva: Pelo blanco, bigote y barba inmensos, camisa o jersey rojo, medalla de sílex colgando de su cuello. Y en el mismo entorno humano, se vivió la emoción de la aparición del renovado Museo de la Cerámica con el nombre de Manolo Safont, en lo alto del mítico Castell, como un símbolo.

El nuevo centro del arte, funcional y moderno, se rotuló con su nombre, con el experto Vicent Estall de director. Pero una de mis grandes satisfacciones fue el hecho de vivir en primera fila la ilusión de sus grandes murallas en torno a 1970, por encargo de las firmas Faenza y Miami.

Ellos ya solamente están en su obra entre nosotros. Y en todo lo que se organice en su homenaje. El hecho que motiva la página es que nuestra UJI presenta al mundo el archivo personal del ceramista, con fotografías, correspondencia, catálogos y más de 300 dibujos originales del artista. Y al clasificarlo todo, se ha dedicado también un epígrafe o capítulo del aspecto médico que aportó la UJI con los trabajos de Anita, su esposa, experta profesional de la medicina y sus circunstancias. H