La Copa volvió a ser una falsa ilusión o un mal sueño, pero el juego del Villarreal fue una auténtica pesadilla anoche. Si al equipo de Velázquez le había faltado en el inicio de temporada acierto en la definición y mayor fluidez en la creación, la seguridad defensiva y la aparición de las individualidades en los momentos clave habían tapado esas dudas con resultados e instantes brillantes.

Pero ayer regresaron los errores en cadena en la parcela defensiva, que condenaron al Villarreal al descenso la pasada temporada, y la Ponferradina apenas tuvo que esforzarse para ganar 0-2 ante uno de los llamados a ser cocos de Segunda. Un duro palo anímico, del que hay que levantarse pronto porque la Liga sigue. Velázquez tiene que ponerse manos a la obra para ajustar rápidamente la maquinaría del Ferrari que han puesto en sus manos.

El entrenador cumplió con su promesa de cambiar un 50% el once que ganó en Ponferrada. Seis cambios --la mayoría obligados--, y una variación en el sistema para jugar con dos puntas era la puesta en escena del Villarreal en su debut copero. No obstante, el once se apuntaba como competitivo, con cinco futbolistas que la pasada temporada empezaron la Liga con el filial en Segunda.

El Submarino escribió un monólogo con el balón, igual que ya hicieran durante el primer periodo en el Toralín cuatro días antes. Sí, pero al Villarreal le pasó lo mismo que a la selección española en Georgia. Su porcentaje de posesión de balón fue exageradamente superior que el de la Ponferradina, pero carente de profundidad y de velocidad mental para llevar el balón al área rival con atisbos de hacer daño a su oponente. En el tablero del Madrigal, los amarillos se dedicaron a los movimientos laterales carentes de riesgo para un contrario que se repliegue con orden y cierto rigor defensivo. Al equipo amarillo le faltaba el futbolista chisposo e inspirado que fuera capaz de visionar un desmarque o abrir un hueco en la tupida zaga rival.

Tampoco existía un hombre desequilibrante que pudiera romper el el partido. Solamente dos acciones desde la banda izquierda sembraron la inquietud en los bierzanos. Sí, porque el Villarreal fue en la primera parte un equipo decantado solo a una banda. Jaume Costa dispuso de una gran ocasión, pero se durmió con la pelota en los pies. A un minuto del final, Joan Oriol, exhibiendo porte de lateral brasileño, se recorrió todo el carril apoyado en una pared con su compañero de banda y estrelló el balón en el poste.

DOMINIO ESTÉRIL // Al descanso se llegó con una sensación irreal de superioridad de los amarillos basada en una mayor posesión sin consecuencias. En fútbol no importa demasiado que tengas el balón, si luego no sabes que hacer con él. El Villarreal nunca lo movió con profundidad y le impuso al juego un ritmo tan exasperadamente lento como inofensivo.

EL RIVAL NO PERDONÓ // Al Submarino se le continuó atragantando el partido en la segunda parte y la Ponferradina no tuvo más que esperar el error. Dos fallos de Musacchio en la marca alertaban de lo que podía pasar. Con su tercer error, acompañado de la pasividad de Truylos, llegó el 0-1 de Wellington Silva. Velázquez lo vio tan negro, que echó mano de dos de sus pensadores, Cani y Trigueros. El juego de los amarillos continuó embarullado y confuso.

Imprecisión y una pájara mental de órdago a la grande definían el fútbol del Villarreal. La incapacidad para trenzar tres pases con sentido derivó en el recurso del envío largo de balón, con ventaja para los defensas de la Ponferradina. Para colmo, en las pocas ocasiones en las que se dispuso, los delanteros amarillos exhibieron una inocencia impropia de futbolistas con un largo historial en la élite como Cavenaghi, una sombra durante toda la noche.

En una noche aciaga, hasta un jugador modélico en su comportamiento como Bruno fue expulsado por doble amarilla...

Para culminar la desastrosa noche, llegó el 0-2 con el mismo protagonista que en el tanto anterior. Lo más doloroso no fue la derrota, sino la pésima imagen que transmitió anoche el Villarreal. Al equipo de Velázquez le ha faltado definición y fluidez en la generación del juego ofensivo en este inicio de temporada, pero se había mostrado como un equipo muy sólido atrás. La ausencia de Mellberg descompuso esa sobriedad y seguridad atrás. Incluso el propio Musacchio parecía otro.

Un duro traspiés, cuando el equipo se encuentra a la búsqueda de su mejor versión y en pleno periodo de rodaje. Queda mucho por corregir y mejorar. El domingo llega el Hércules otra vez en la Liga. La Copa solo es ya un sueño. Mejor dicho, una pesadilla. H