Cómo ha pasado el tiempo / parece que fue ayer cuando jugaban a /hacer castillos en la arena / y una cabaña en aquel árbol del jardín... Parafraseando a José Luis Perales, parece que fue ayer cuando la alcaldesa de Castellón, Amparo Marco llamaba a Carla Bernat Pascual para decirle que era la reina de las fiestas de la ciudad turquesa y naranja 2018. Fue en aquella venturosa tarde de un 27 de julio resplandeciente, en el que los cielos se abrieron y los privilegiados enamorados vestidos con el néctar de los dioses, ungieron a Carla Bernat como soberana en su trono de luz magalenera.

Y es que de las luminarias evanescentes proceden las que tienen su origen en Tir de Colom, preclaro sector con el guarismo 17 del que Carla fue dama de sector y madrina. Una comisión a la que debe su ser y corazón festero. A la que entregó horas para ir asentando su castellonera vocación y plasmarla en la consagración de la primavera al castellonense modo, cuando llega el tercer domingo de Cuaresma, Carla Bernat henchida de Magdalena, llena de Castellón.

Y afloran sus nervios, emociones y ansiedades a escasos días de la Galania, «que será espectacular, muy bonita y que seguro que saldrá bien porque conozco a la gente que la prepara y son estupendos», relata Carla Bernat. Y es que en la lucha inexorable contra el tiempo y con los caprichos el calendario, la ceremonia de exaltación de nuestra máxima representante es el arco del triunfo por el que se entra a la semana grande de la ciudad.

Mágica y benevolente, contumaz y enhiesta, versátil y poliédrica Magdalena del Castell Vell de tornasolados colores, como la falda que lucirá Carla este sábado, de colores verdes y grises, en sus galas de castellonera, regalo de El Corte Inglés.

SOLEMNIDAD Y ADARVE // Con sus palabras de reina sentencia que «es todo un orgullo representar a Castellón» y sus vivencias arrastran esa banda verde esmeralda de solemnidad y adarve, en la leyenda del tercer domingo de Cuaresma, y a la Imposición de Bandas apela la reina de los castellonenses para reflejar el qué y el cómo de su primacía como soberana de la corte del país magdalnero: «El momento en que te ponen la banda de reina es algo inexplicable», subraya Carla, que no pudo reprimir las lágrimas de emociones contenidas en el Teatro Principal, palacio de la fiesta y del color en aquel septiembre de verano plomizo y visión caleidoscópica de primavera.

Con las Damas de la Ciudad conforman el ramillete de afortunadas, oh fortuna mundi!, de vivir plenamente un año de Magdalena y luz, y más. Ellas son cómplices, amigas, compañeras y sedentes princesas de una majestad de nombre Carla.

La que recibe este sábado la admiración, pleitesía y vasallaje -mi señora yo soy su primer vasallo y me arrodillo a sus pies en la benevolencia de un instante, en la locura ferviente de compromiso magdalenero-, de un Castellón que, llegado el tercer domingo de Cuaresma, inicia la renovación de su plegaria hacia el cielo en tierra magdalenera.