Opinión | Cosas mías

El carrer de l’Aigua

Faltando en el siglo XV, las fuentes públicas y no existiendo red hidráulica hasta las viviendas, la acequia Mayor y sus derivadas, también suministraban el agua a los habitantes de Castelló, que accedían a ella por varias aberturas de su curso, bajando unas escaleritas hasta llegar al nivel del fluido líquido, que se recogía con recipientes. El del carrer de l’Aigua recibe, precisamente, ese nombre popular, por ser el que permitía el acceso a uno de estos veneros de la acequia Mayor. 

Ampliando la información, cabrá señalar que en el siglo XIV, la documentación municipal enumera nueve pozos, perforados en la tierra, esparcidos por la villa. El control de estas cisternas, limpieza y mantenimiento de los pozales y poleas, pues no siempre estaban emparedadas interiormente con ladrillos, estaba a cargo del Ayuntamiento, que contrataba operarios para este menester. En 1419 el monje agustino Berenguer, discurrió una manera para facilitar la utilización de las aguas de la Font de la Reina, para no tener el inconveniente de salvar la profundidad del acceso al vivero. 

En una colectividad marcadamente agraria, la disposición de abrevaderos para los ganados y animales de tiro era también de presencia muy frecuente. Están documentados a principios del siglo XV, el vecino al portal de Trullols, en la hoy plaza de María Agustina, picado en piedra y el del portal de Passanant (después llamado de l’Om), en el otro extremo de la calle Mayor. Siglos más tarde se construirían otros por las inmediaciones de la acequia principal. 

Antonio Gascó es cronista oficial de Castelló