Jorge Rivera, un maletilla que pide paso

Desde que debutó con picadores en Requena en 2022 ya no ha vuelto a ponerse el traje de luces

Alimenta su espíritu de torero con el sueño de hacer el paseíllo en la Novillada de la Magdalena

Jorge Rivera, un maletilla que pide paso

Jorge Rivera, un maletilla que pide paso

Jorge Casals

En los festejos de bous al carrer ha resurgido con cierta efervescencia una figura mítica de la posguerra: el maletilla. En aquella época eran muchos los jóvenes que buscaban en el toreo una salida inminente de la pobreza y para tal fin se refugiaban en las capeas de los pueblos en busca de alguien que apostara por ellos y cambiase su sino, dejando las talanqueras por los ruedos de las ferias.

El Cordobés fue un icono. No dista mucho de los maletillas de ahora que, aunque no pasan hambre ni penurias, el objetivo es el mismo: lograr una oportunidad para torear en las plazas de toros. Eso es lo que busca el joven novillero castellonense Jorge Rivera, que desde que debutó con picadores el año pasado no ha vuelto a vestirse de luces, ni siquiera ha toreado con los del castoreño en la plaza de su tierra, Castelló, donde abrió la puerta grande hasta en dos ocasiones en su etapa de alumno de la Escuela Taurina.

Jorge Rivera, un maletilla que pide paso

Jorge Rivera, un maletilla que pide paso

Ahora, sin otro interés que volver a vestirse de luces, Jorge Rivera recorre los pueblos de la provincia con su muleta para torear los astados de las calles y mostrar su valía. Como los cantantes de bocas de metro, que hacen de las calles sus escenarios y de los viandantes su público. Este es el refugio de los sueños de Jorge, que busca en los cuatro o cinco muletazos --no más--, saciar su alma de reivindicar que todavía no ha tenido la oportunidad de enseñar sus cartas sobre la arena de la plaza. No hay más interés, por raro que parezca en una sociedad mercantilista jugarse la vida a cambio de nada. Ni tan siquiera, para recoger unas monedas, pasa el guante, que es expresión utilizada por los capas, equivalente a pasar el cepillo en las misas.

Jorge Rivera tiene 22 años. Es un novillero forjado en la Escuela Taurina de Castellón, donde finalizó su etapa al debutar con picadores el año pasado en Requena. Pasó de torear en todos los certámenes a no ver un pitón, lo que demuestra que el actual sistema de las escuelas taurinas debe ser revisado para no abocar al precipicio a los alumnos que acaban su aprendizaje.

Jorge Rivera, un maletilla que pide paso

Jorge Rivera, un maletilla que pide paso

Ahora, acompañado por sus padres y su pareja, sabrán ellos el miedo que pasan, viaja de pueblo en pueblo por toda la provincia con el hatillo de ilusiones al hombro. Un bohemio que quiere ser figura y poder mostrar su gallardía como hizo con el toro de Gerardo Ortega en la Vall.

Su vestido de luces cuelga del armario desde aquella tarde de Requena que tanto significó para el joven y sus allegados. El toreo, a veces, tiene estas injusticias. Pero en cada muletazo, en cada embestida que un toro de 600 kilos, sin picar, en plena calle le roza los muslos, viaja a su corazón una inyección de moral y un objetivo difícil de borrar: estar en la próxima Feria de la Magdalena.