Mucho arte: El artista Ripo, torero con 91 años

Toreó una vaca en la ganadería de Daniel Ramos, llevando al límite su pasión taurina en un tentadero en la finca Les Ermites  

Maestro en los lienzos y en el ruedo, su gran afición a la tauromaquia le hizo sentirse torero por un día y cincelar una faena emotiva

Ripo ha querido sentir de primera mano el  arte que tanto le inspira como artista y que está tan presente en su obra.

Ripo ha querido sentir de primera mano el arte que tanto le inspira como artista y que está tan presente en su obra. / FOTOS: VICENT CANELLES

Jorge Casals

Ripollés es un artista en el más amplio sentido de la palabra. Sus manos son capaces de materializar y dar vida a su universo interior, de dar forma a lo que dicta el corazón, a través de los pinceles, de la gubia… y también con muleta y capote, para darle rienda suelta a su alma torera, ese sentimiento que le acompaña desde niño, esa afición cuya fuerza abigarrada ha alimentado su espíritu y que siempre ha defendido sin prejuicios como símbolo de la libertad.

A sus 91 años ha creado su obra más efímera, pero también la que guardará para siempre en su retina, pues admite que no hay nada que en tan pocos segundos le aporte tanta felicidad como sentirse torero por unos instantes. En el lienzo arenáceo de un ruedo dibujó muletazos de puro sentimiento, de esos que te pellizcan el alma sin saber por qué, trazos de un toreo naif como su pintura, lejos de cualquier ortodoxia. Creó algo maravilloso que brotó de su alma artista y que solo está al alcance de una sensibilidad especial, de los que entienden el arte como una forma de vida.

Borriol como escenario

El escenario donde se vivió este momento irrepetible fue la finca Les Ermites, en Borriol, donde pasta la ganadería de Daniel Ramos. El ganadero y Ripollés mantienen una amistad y admiración mutua. Por eso, el artista cumplió uno de sus deseos: sentirse torero a los 91 años en casa de una persona especial.

Dicho y hecho. En su placita de tientas siempre quedará el recuerdo imborrable de esta gran obra, la más cotizada de Ripollés por efímera y con un puñado de privilegiados como testigos que comprobaron que además de artista, brotó su faceta más tremendista y valiente cuando se repuso sin mirarse de una voltereta para irse de nuevo a la cara del animal, sin más consecuencias que haber perdido su montera de cuatro machos y dos cuernos de diseño propio. 

Ripo, en plena forma a sus 91 años.

Ripo, en plena forma a sus 91 años. / VICENT CANELLES

Aunque este genio se decantó por otro arte, de casta le viene su pasión taurina. Tiene parentesco directo con Manolo Granero, el torero valenciano a quien el toro Pocapena le sesgó la vida cuando estaba llamado a ocupar el trono de Joselito. Además, su hermano gemelo fue novillero hasta que su valor se escapó por el boquete de una vasta cornada. Ripo también hizo algún que otro pinito en las capeas castellanas de Cercedilla, donde vivió a su vuelta de París. Su mayor éxito fue clavar un par al quiebro con las banderillas que él mismo cortó al más puro estilo cordobesista. Y a mucha honra. Ya lo decía Manuel Machado: «Y, antes que un tal poeta, mi deseo primero/hubiera sido ser un buen banderillero».

La fuerza del toreo tiene a Ripo atrapado. Solo él es capaz de explicar ese idilio: «Necesito el toreo como provocación hacia la creatividad. Es una danza, no muy bien comprendida, de una bestia y un ser humano, que cuando hay armonía se convierte en única en el mundo. Es un arte donde la muerte es real. El toreo es siempre creatividad e inspiración». Lo dice un artista, un maestro de los lienzos.. y ahora del ruedo. 

Genio y figura.

Genio y figura. / VICENT CANELLES