Tradición del siglo XVII
L’Alcora impulsa la protección de la procesión del Cristo
Inician los trámites para que se declare este evento como Bien de Relevancia Local
El Ayuntamiento de l’Alcora quiere que la emblemática procesión del Cristo cuente con una figura de protección patrimonial, razón por la cual se han iniciado los trámites para lograr su declaración como Bien de Relevancia Local. El primer paso ha sido encargarle al Cronista Oficial de la Villa, José Manuel Puchol, un completo expediente que cargue de argumentos esta iniciativa. Con este informe, el equipo de gobierno llevará la propuesta al pleno que se celebrará el próximo 6 de marzo para después, con la certificación municipal, solicitar a la Generalitat a través de la Conselleria de Cultura, la aprobación de la mencionada distinción.
Antecedentes históricos
José Manuel Puchol detalla que «se trata de una tradición alcorina de más de tres siglos de antigüedad basada en la aparición de una cruz portada por unos peregrinos con un consiguiente hecho milagroso que pasó tras las investigaciones de leyenda a verídico». La tradición cuenta que a finales del siglo XVII llegaron a l’Alcora dos peregrinos que vestían el hábito de San Roque. Atravesaron el portal que existía entre lo que fue el edificio de la Hermandad de Labradores y la casa de la familia Palomo (calle Molineros). Pidieron posada en la casa ubicada en el número 9 de la actual calle Costera de l’Advocat, donde vivían Cristóbal Gascó y Vicenta Paús.
Según el relato que ha sobrevivido al tiempo, aquel era un día «de perros» por la adversa meteorología. Al ver a los peregrinos, tuvieron compasión y les ofrecieron comida y posada. Al día siguiente, Cristóbal y Vicenta se extrañaron porque sus huéspedes no salían de la habitación. Les llamaron y no obtuvieron respuesta.
Informaron a las autoridades que al acudir al aviso descubrieron que la estancia estaba cerrada por dentro. Forzaron la puerta y al acceder al interior se encontraron una cama sin utilizar y sobre una mesa, recostada sobre el muro, una talla de Cristo sobre una cruz de madera con un pergamino que rezaba: «Vengo a morar con vosotros». Las autoridades consideraron que la aparición merecía honores. Construyeron una ermita al pie de San Cristóbal y el último domingo de agosto de 1698 allí se llevo en procesión la imagen.
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