BABOR Y ESTRIBOR

Llegó la hora de Begoña Carrasco

El tripartito municipal de izquierdas ha sido demolido tras las elecciones de este domingo

Basilio Trilles

Basilio Trilles

La debacle sufrida, sin paliativos, por el PSOE de Pedro Sánchez ha brotado en inmediata reacción de éste, reconocido saltaparapetos de la política patria, con la inesperada huida hacia adelante convocando elecciones generales para el 23 de julio. Situación sin precedentes en la historia democrática de este país, iniciada tras la muerte del dictador Franco. ¡Llamada a elecciones en el sagrado periodo de vacaciones de la inmensa mayoría de españoles! El presidente del Gobierno y secretario general de los socialistas lleva a la práctica una operación tan desesperada como efectista.

En primer lugar está pensada para diluir la gran victoria del PP de Feijóo en el 28-M, cita que el propio Sánchez quiso trasformar en plebiscito nacional, al pasarse por el forro la opinión de los barones y asumir él un protagonismo que, a la vista de los acontecimientos, ha sido letal para la izquierda y en particular para el Partido Socialista: solo Page ha sobrevivido a la quema; Podemos ha quedado hecho un solar y el invento de la patrocinada de Sánchez Pérez, la comunista con look del barrio de Salamanca, Yolanda Díaz, ha salido maltrecho. Empero, el tipo nos convoca en plena canícula vacacional pensando solo en lo que a él le puede convenir. ¿Por qué no el 23 de septiembre? Porque es más chulo que un ocho y apuesta por la menos mala de las situaciones que en su infernal noche del pasado domingo y madrugada del lunes le dibujaron los centenares de asesores que trabajan en los sótanos de La Moncloa Pictures, tan desesperados como el jefe por salvar la nómina. A finales de julio el grueso del centro derecha está de vacaciones, gran parte lejos de sus colegios electorales, debió de pensar algún lumbrera del equipo presidencial. Y sí, además de chulearnos, el presidente del Gobierno nos fastidia las vacaciones. Igual se lleva una sorpresa, el personal ya no está por la doctrina bovina.

Mientras Sánchez es protagonista desde el inamovible papel de cadáver del 28-M, en el vano intento de que las ramas nos impidan ver el bosque, pero jodiéndonos el veraneo ya que 500.000 españoles serán llamados como presidentes y vocales de las mesas electorales, la realidad es tozuda. Ejemplo gráfico del hundimiento del sanchismo lo tenemos en la Comunidad Valencia: Ximo Puig, excelente persona y veterano político con sentido de Estado, ha sucumbido a los encantos de su jefe y las compañías forzadas del Botànic. Y, entre otros, que le pregunten al contestatario Lambán, otra víctima de la debacle, cuánto de positivo le ha aportado la impuesta participación de Sánchez en la campaña de Aragón. El inquilino de la Moncloa cada día cosecha más rechazo.

Respecto a Castellón, el tripartito municipal de izquierdas ha sido demolido. El 12 de octubre de 2021, en estas mismas páginas, publiqué el artículo La hora de Begoña Carrasco, para disgusto de la entonces alcaldesa, Amparo Marco. Hacía referencia a la encuesta de un digital nacional que reflejaba un notable ascenso en intención de voto del PP en Castellón. En dicho estudio se quedaban sin representación municipal Ciudadanos y Podemos. Es más, entonces escribí literalmente: «Según el reciente estudio, de celebrarse ahora las elecciones municipales, el Partido Popular obtendría siete mil votos más que en 2019, pasando de siete a diez concejales. Mientras que el Partido Socialista perdería unas décimas en la intención de voto que lo situaría con un concejal menos que en la actualidad. De ser así, el gobierno del Acuerdo de Fadrell daría paso a un nuevo ejecutivo local, merced el inevitable pacto entre PP y Vox». La predicción en forma de opinión ha resultado profética. El domingo llegó la hora de Begoña Carrasco.

Periodista y escritor

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