Rubiales dimitió el domingo

Luis Rubiales.

Luis Rubiales. / EP

Matías Vallés

Matías Vallés

El consenso alrededor de Luis Rubiales establece su dimisión como presidente de la Real Federación Española de Fútbol, donde los caracteres monárquico y español aportan significación a lo ocurrido, aunque en ningún caso superan a lo futbolístico, que imprime carácter.

De hecho, el irascible dirigente pretendía seguir amparándose en la hegemonía del balón sobre países y regímenes políticos. Aceptado el veredicto de su hundimiento, cabe discrepar sobre la fecha de la ejecución. El abandono que en realidad es expulsión no se concreta el viernes 25 de agosto, sino que tuvo lugar el pasado domingo 20 en Australia.

Recuerden, Real FederaciónEspañola de Fútbol. La Corona, el suelo sagrado y la Nación al servicio de la pelota, el único elemento con capacidad de decisión sobre los demás. Consciente de esta jerarquía, Rubiales quiso exhibir su supremacía ejerciendo el derecho de besada.

Las besé porque son mías, en Australia físicamente y en la metrópolis virtualmente. El presidente federativo vivía de espaldas a la cotidianeidad de su país, pero nadie podría culparle porque el entorno futbolístico le concedía la inmunidad y la impunidad, si conociera el sentido de dichas palabras. Por desgracia, el abuso de poder y de sexo no ocurrió en una competición macho, sino con la incorporación masiva de la mujer al fútbol. No solo encarnada en las jugadoras, porque en Estados Unidos se ha consolidado la categoría social de las soccer moms, las sacrificadas madres que han igualado el deporte más masculino de la historia al acompañar durante años a sus hijas a los entrenamientos.

Rubiales fue destituido el domingo, aunque no se enteraran ni el afectado ni los más conspicuos integrantes del planeta fútbol, que enterraron un presunto delito bajo el caparazón de la 'polémica'. La pregunta del millón plantea si un personaje que solo triunfaría en las sentinas balompédicas podría haberse escabullido de su destino. Es posible, si hubiera asumido su culpa radicalmente, desde el primer momento y con propósito de la enmienda. Sin embargo, la humildad hubiera supuesto traicionar los axiomas de la institución que preside, y defraudar a a quienes llevan una semana defendiéndolo entre visillos. La masa sensibilizada ha derrotado al balón, más poderoso incluso que el machismo, si alguien acierta a distinguirlos.