Cosas mías

Una boda y un zapato

antonio Gascó

El pasado domingo asistí a la boda dos primos hermanos muy queridos: Fran Gascó y Gema Ortiz. Tengo que decir, haciendo justicia, que la novia, que es guapa con ganas, estaba preciosa con un vestido de encaje, que le permitía lucir unas hechuras de mucho postín. El novio, que ha salido a sus padres, en plan galán de cine a lo Alain Delon. La ceremonia civil, se celebró en una casona dieciochesca, en la partida de Les Pedrisetes, con un amplísimo y bien cuidado jardín en derredor que, de entrada, propiciaba una acogida cordial. Fue entrañable verse rodeado de una familia Gascó de primer grado, con afectos, dados y recibidos, a mansalva. Todas las bodas resultan, en mayor o menor grado, satisfactorias. Pero esta creo que sobrepasaba el culmen.

Bien, pues ahora llegamos al meollo. Como de todo tiene que haber tuve la mala pata (y nunca mejor dicho) que se me despegase el tacón del zapato izquierdo. Incómodo y nervioso me fui a la dirección del restaurante y comuniqué mi apuro. Obviamente, como no podía andar con un solo zapato, me quedé sentado en el amplio hall, esperando la solución de la contrariedad. Una camarera encantadora, que se llama Reme, me atendió, con la mayor cortesía, y se llevó mi zapato para pegarlo con un adhesivo de contacto. A los diez minutos el problema estaba resuelto. He de decir que la muchacha se preocupó, además, de que no me faltasen viandas de las que se servían en el aperitivo. En fin, que me sentí, más que bien tratado, agasajado en todo momento.

En estos tiempos en los que abunda la falta de formas en una gran parte de la sociedad, encontrarse con una persona que, con tanta eficacia como modos exquisitos, te hace placentera la solución de una contrariedad resulta afable y atento. Precisamente por eso lo pongo, por escrito, en plan de pormenor testimonial de homenaje, porque aún quedan paradigmas serviciales, atentos y amables. Mi reconocimiento y mi gratitud. Uno también quiere cuidar las gentilezas.

Cronista oficial de Castelló

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