Las cuarenta

La cesión de Castalia y su necesaria ampliación

Pepe Beltrán

Pepe Beltrán

Detrás de la bonanza deportiva, todo queda diluido. La extraordinaria campaña del primer equipo del Castellón permite aparcar en un segundo y un tercer plano cualquier atisbo de duda que pueda derivarse de la gestión, que alguna habrá. Hasta el extremo de que las voces críticas acaban recibiendo el bumerán de sus invectivas cuestionando el amor a los colores y las obligaciones que se le suponen. Nada nuevo, por cierto.

Haciendo caso omiso a esos inquisidores, y solo en pos de la búsqueda de la excelencia para nuestro club, colijo mejor reconocer las faltas aún a riesgo de nadar contra corriente porque lo que abundan --y sobran-- son aplaudidores y arribistas. Algo hemos ganado, y es que si antes mutaban de opinión atendiendo consignas oficiales, patrocinadas incluso, ahora su servilismo es gratuito, fruto de un estéril esfuerzo por medrar que no ha conseguido alterar el rictus ni el guión de Bob Voulgaris, ni influir en sus representantes en la tierra, digo de Pitch32, siempre a lo suyo sin atender ni a tantos abrazafarolas ni a quienes seguimos en nuestro empeño por señalar todo lo que merece ser corregido desde una óptica tan personal como razonada.

Fruto de ese oportunismo procaz se ha relanzado una indecente, por provocativa, campaña sobre la cesión de Castalia, pues que ya fue arma arrojadiza de Vicente Montesinos contra la alcaldesa Amparo Marco, de la que pretendía conseguir la ilegalidad de un convenio duradero, con el agravante de derivarle el pago de las reformas necesarias. Huelga decir que no tragó ese sapo, lo que le supuso una gravosa factura personal, lo cual tampoco impidió que el club inflara los activos en sus cuentas registrando como propio el estadio para disimular su nefasta gestión que, auditor mediante, ha acabado por aumentar la deuda del club en un millón de euros. Ese fue el legado de Montesinos y bueno sería que sus aduladores hicieran propósito de enmienda y restañaran esa falta de rigor que tanto daño ha hecho.

Mientras, el nuevo equipo de gobierno del Ayuntamiento quiere aprovechar el buen momento del Castellón y sumarse a la causa para borrar de la memoria el intento que tuvo antaño el PP de forzar la desaparición del club y fundar uno nuevo, como quien cambia de padre o de madre según convenga. Aquello no prosperó gracias a aficionados de verdad, como los de Sentimiento Albinegro, que se plantaron ante la patética oferta recibida en una reunión en el Real Casino Antiguo.

Begoña Carrasco, por cargo y por albinegra, sabe que la negociación de un nuevo convenio es la oportunidad para enmendar aquella afrenta impúdica, mas nunca a cualquier precio. Las necesidades en un recinto que se inauguró hace más de 36 años son obvias, y serían un buen destino para los fondos europeos que se están negociando, pero el Ayuntamiento debe exigir las garantías y la información del contrato de compra-venta que nunca ofreció Montesinos, como tampoco antes David Cruz. Y por ejemplar que se nos antoje la gestión actual, con préstamos de Voulgaris a la SAD como solución, lo que necesitamos es una seguridad de que tenemos futuro. Una opción sería que fuera su dueño quien asumiera esos gastos siguiendo el modelo de relación entre club y ayuntamiento en Vila-real, un adelanto de la inversión en suma, lo cual eliminaría las dudas jurídicas sobre una cesión a largo plazo.

Si no, deviene imposible trasladar ningún compromiso de fidelidad sobre un contrato, aunque siempre existen señales inequívocas. Verbigracia, que el Ayuntamiento forzara la colaboración del club con la justicia para castigar a los culpables del expolio deportivo y económico, la banda de Osuna según las imputaciones judiciales que no tardarán en verse en juicio oral, y que no ocurriera como con Cruz, que recién se ha visto liberado en sentencia firme y ahora reclama a Montesinos su parte del pastel, precisamente porque este no quiso que el club le investigara y solo se añadió a la causa a título personal para defender sus intereses.

Carrasco también prometió en campaña electoral una manzana albinegra. Desconozco si se trataba de un globo sonda, de una reurbanización de la Guinea o de una zona comercial y de ocio anexa al estadio. Por lo pronto, y puestos a pedir, que no se quede sin abordar la necesidad de ampliar el aforo del estadio. Toda la explanada libre junto a la avenida Benicàssim se antoja espacio suficiente para aumentar el aforo. Porque en este pueblo, y lo dejó escrito Bernat Artola, «no volem límits estrets d’ambicions massa modestes».