VIVIR ES SER OTRO

La segunda oportunidad

Quién no ha pensado alguna vez lo bien que haría las cosas si volviera a nacer, ¿verdad?

Carlos Tosca

Carlos Tosca

El otro día, de casualidad, llegó hasta mí un recuerdo de infancia perdido. Un programa de televisión, emitido a través de aquellos tubos catódicos recién coloreados, con solo dos canales, que había a finales de los setenta del siglo pasado. Se llamaba La segunda oportunidad. Quien no lo conozca, quien no lo recuerde, difícilmente adivinará de qué iba; el sugerente título da bien pocas pistas. Aunque no lo parezca, trataba de seguridad vial. De cómo mejorar la conducción de tu coche. El nombre del programa aludía a una escena que se repetía en todos y cada uno de los capítulos: un error cometido al volante que derivaba en accidente de tráfico se nos narraba al inicio de la emisión; cerca de acabar, el presentador rebobinaba la cinta y nos explicaba persuasivamente cómo debió actuar. Le otorgaba una «segunda oportunidad» que, en la vida real, decía, no tendríamos.

¿Es esto cierto? En la mayoría de casos, por fortuna, no. Se nos permite disponer de un nuevo chance para rectificar y hacer las cosas de otra manera. Aunque muchas veces somos incapaces de verlo, de permitirnos a nosotros mismos actuar de un modo distinto. Nuestro entorno --la familia, los amigos, los jefes o los subordinados...-- a veces nos impulsan, otras se convierten en el principal obstáculo para enmendar errores.

En ocasiones el problema se genera en nuestro interior: la exigencia que nos marcamos se vuelve excesiva, da igual que alrededor se nos apoye o se nos pongan trabas.

También surgen, claro, problemas irresolubles a toro pasado, como los errores cometidos al volante. Hay fallos difíciles de enmendar. Adoptamos decisiones irreversibles. Pero, estoy convencido, son menos de las que pensamos.

Habría que darse un poco de margen. Errar, aparte de humano, forma parte de nuestro aprendizaje. De hecho, creo que lo he dicho alguna vez --y si no, Carlos, muy mal--: de los errores se aprende más que de los aciertos. Cuando tenemos éxito nos dormimos en los laureles, solo pensamos en lo listos que somos y nos regodeamos en los aciertos. Al meter la pata, una de las opciones es reflexionar por qué ha ocurrido y cómo podemos evitar que vuelva a suceder.

Balones fuera

También es cierto que ante las adversidades podemos tirar balones fuera: la culpa entonces pensamos que es de otros, que el mundo confabula en contra. Que pese a lo listos, guapos y buenos que somos la maldad exterior nos ha fastidiado. Es un pensamiento reconfortante, blandito. Nos quitamos la culpa y se la regalamos a los demás. A veces es cierto, no lo niego, pero creo que cuando pensamos así merece la pena darle vueltas a la situación, a ver si resulta que también nosotros hemos fallado.

Factor suerte

La segunda oportunidad… Quién no ha pensado lo bien que haría las cosas si volviera a nacer, ¿verdad? Probablemente --tampoco lo veo como seguro-- no cometeríamos los mismos errores. Estoy seguro de que caeríamos en otros nuevos, diferentes. La vida, al final, podría ser mejor de lo que ha sido en la realidad, pero también peor. El factor suerte parece que lo desdeñamos porque pensar que el azar influye de manera determinante en nuestro destino suena a excusa. Yo estoy convencido de que es extraordinariamente importante. También creo que, por su naturaleza, es algo que no debe preocuparnos y, por tanto, sacarlo de la ecuación que rige nuestro devenir. Otro día incidiré en esto.

En fin, que ojalá nos diéramos una segunda oportunidad más a menudo. Ojalá no nos cerrásemos en banda a pensar que las situaciones malas, dolorosas, son irreversibles. Pero también reconozco que no siempre resulta fácil proceder de un modo tan analítico.

Editor de La Pajarita Roja