REPORTAJE

Ruina tras las cenizas de Bejís

Un pastor de Jérica perdió en torno a 200 animales como consecuencia del incendio. Asegura que desde entonces todo han sido pagos sin ingresos y fía su supervivencia a la PAC, porque no ha recibido más ayudas

Cuando se cumple un año del incendio de Bejís, Manuel Gabarda recuerda los cinco días que cambiaron su vida para mal, perdió animales y los pastos para alimentarlos.

Cuando se cumple un año del incendio de Bejís, Manuel Gabarda recuerda los cinco días que cambiaron su vida para mal, perdió animales y los pastos para alimentarlos. / MEDITERRÁNEO

«Justo cuando mejor estaba, se declaró el incendio de Bejís y ahora es cuando peor estoy». Así resume el último año un pastor de Jérica, Manuel Gabarda, cuando se cumple el primer aniversario desde que el Alto Palancia se vio arrasado por el fuego y  dio al traste con numerosos proyectos de vida como el suyo, que ahora pende de un hilo después de muchos meses sin recibir ningún tipo de ayuda por parte de las administraciones públicas.

La imagen de ladesolación es la estampa de millones de metros cuadrados arrasados por el incendio de Bejís.

La imagen de ladesolación es la estampa de millones de metros cuadrados arrasados por el incendio de Bejís. / MEDITERRÁNEO

Gabarda inició su explotación de ganadería extensiva hace 13 años. «Empecé de cero, compré dos cabras y un macho y fui criando» hasta que llegó a juntar los casi 500 animales que tenía en agosto del 2022. Había logrado superar la crisis que provocó la pandemia, «donde se malvendía porque, con todo cerrado, no había salida». Sus expectativas eran buenas, «tenía muchas crías y unas 200 cabras preñadas», pero el fuego calcinó el monte y sus planes.

Las cabras buscan alimento alli donde todo se redujo a cenizas.

Las cabras buscan alimento alli donde todo se redujo a cenizas. / MEDITERRÁNEO

Durante «cuatro días y cinco noches», las llamas asediaron la nave en la que duermen sus cabras y de la que no pudo sacarlas ni para comer. «Es ganado extensivo y solo quieren alimentarse en libertad», afirma. Aunque el verdadero drama se hizo visible cuando extinguieron el fuego. «Por el miedo, los ruidos de los aviones, los helicópteros y por no poder salir, las más grandes mataron pateadas a todas las crías y las más de 200 cabras que tenía preñadas abortaron», recuerda.

Sin la PAC, el cierre

Sin cabritillos que vender para carne --su principal negocio-- y sin la posibilidad de obtenerlos a corto plazo, Gabarda afrontaba unas perspectivas muy inciertas. «Quienes nos dedicamos al sector primario somos los que damos de comer a todos, pero nadie lo quiere», lamenta con la vista puesta en el periodo entre octubre y febrero, cuando se conceden las ayudas de la PAC. Sin este apoyo, «echaré el cierre».

El monte se regenera poco a poco tras quedar arrasado por el incendio de Bejís y sus cabras vuelven a pastar los brotes verdes en un terreno ennegrecido. Otra cosa está siendo lo de cubrir los gastos que le ha generado mantenerlas, alquiler de pastos, de la nave... Lo peor es el desamparo, reconoce, descubrir que durante el incendio hubo muchas promesas que ahora son olvido.