«Quién la ha visto y quién la ve». Es la frase más repetida entre los (muy pocos) visitantes que pasean por la Font d’en Segures, el icono turístico por excelencia de Benassal que ejemplifica a la perfección el dicho de que tiempos pasados fueron mejores. Otrora un hervidero constante de turistas de primer orden a escala nacional durante todo el año, hoy en día es, salvo contados días de verano, casi una urbanización fantasma.
Sus calles languidecen y sus hoteles, casi todos cerrados, son ahora un recuerdo de lo que fueron y la única vida que desprenden es la hiedra que va trepando por sus paredes. Incluido su histórico balneario, un edificio millonario reconstruido a principios de siglo con el objetivo de ser el elemento tractor que dinamizara la comarca de l’Alt Maestrat, pero cuya mala gestión ha hecho que se haya perdido por el camino.
Otro comentario extendido entre los veraneantes (la mayoría de los pocos que siguen haciéndolo son fieles nostálgicos que llevan alojándose allí desde hace años) es que «no hace tanto» que la Font era un bullicio de gente y un epicentro de todo tipo de fiestas --incluso de lujo-- en su época más boyante y glamurosa. Esta zona del interior de Castellón debe la fama que alcanzó a nivel nacional al poder de atracción --y curativo-- del agua de su manantial.
Agua con mucho tirón
Tal como exponen Sebastián Albiol y Agustín Delgado en su libro Benassal, los años dorados, fueron tres hombres de iglesia, sacerdotes, quienes empezaron a mediados del siglo XIX con sus iniciativas a hacer realidad el que la Font d’en Segures tuviera sus posibilidades de futuro como balneario. Uno de los pioneros en ese sentido fue mosén Salvador Roig, un sacerdote local, historiador y erudito, que escribió en 1845 un folleto (San Christoval de Benasal. Fuente Segura) en el que divulgaba sobre las virtudes del agua de la fuente.
No obstante, el que encumbró a esta pedanía de Benassal y la convirtió en un reclamo fue el doctor catalán Antoni Puigvert, especializado en urología y considerado como el padre de la urología moderna, quien popularizó los beneficios de su agua. El boca a boca hizo que miles de personas acudieran en masa cada año hasta el manantial de la Font para beneficiarse de sus propiedades e intentar curarse, especialmente de infecciones urinarias. Con esa prescripción, Puigvert se convirtió en el influencer de la época y Benassal cimentó su popularidad.
Aunque la historia del balneario se remonta al siglo XIX y se llenó de familias enriquecidas por la I Guerra Mundial (durante la guerra civil fue refugio también de políticos de la Derecha Regional Valenciana y obispos de las diócesis cercanas), fue sobre todo a partir de la década de los sesenta cuando resurgió y aupó a la Font d’en Segures a alcanzar esa cota de destino idílico que muchos aún conservan en sus retinas.
"Era como Benidorm o Marbella"
«Se convirtió en un destino elitista al que venían familias de lo más reputadas a nivel social y político. Antes de Benidorm o Benicàssim, estuvo Benassal, aunque muchos ahora no se lo crean», cuenta la gerente del Hotel Roig, Elia Roig, quien ha cogido las riendas del establecimiento del negocio familiar tras varias generaciones.
«En sus buenos tiempos, la Font era, sin exagerar, la Marbella de Castellón. Aquí han venido muchísimos empresarios que daba la sensación que competían por ver quién podía traer más criados y chóferes. Era una locura», relata a su vez Manuel Bellés, conocido empresario local y propietario de Pastelería Bellés (ahora la tiene alquilada), el único local de hostelería que permanece abierto.
¿Por qué este declive?
Ese dato ya deja entrever uno de los muchos motivos del actual ocaso de este núcleo: solo está esa cafetería para dar servicio en toda la Font. No hay más bares ni restaurantes (excepto los dos hoteles que cuentan con oferta de restauración) ni tiendas. «El gran problema es ese, que no hay nada abierto. Vienen los turistas y, si no es por el servicio de restauración que ofrecemos en el hotel, no hay nada más, no tienen adonde ir o consumir», lamenta Roig.
Marisa, propietaria del hostal La Catalana (cerró el negocio hace unos años a raíz de una serie de robos y desvalijamientos en su establecimiento), cree que la fórmula de apostar por un turista sénior se agotó al final. «El Imserso nos hizo daño y la clientela comenzó a caer. La intención era que viniese gente de mediana edad con niños, pero no conseguimos reorientar ese modelo de turismo. Es muy triste lo que ha pasado aquí, está todo decadente», cuenta a Mediterráneo mientras rellena una garrafa de agua en la fuente.
Para Elia Roig, el declive de la Font se debe a «una mala gestión continuada» de todas las administraciones implicadas, «desde la Diputación al Ayuntamiento». «Ha habido mucha dejadez política y ha quedado todo abandonado. Es una lástima porque sin duda Benassal es el diamante en bruto del interior de Castellón, con más de 1.000 plazas hoteleras, pero no ha sabido reinventarse», detalla.
El Roig y el Novella en cuanto a hoteles y los apartamentos Roig y La Castellana (este último de forma esporádica) son los únicos alojamientos que hay disponibles ahora mismo en la zona. A otra vida ha pasado el que seguramente sea su establecimiento más icónico y recordado por muchos, el primero en abrir en su momento en 1913, el Hotel Font d’en Segures. Cerrado desde hace años, su estado actual parece sacado de una película posapocalíptica: vallado, cubierto ya por la maleza en algunas de sus fachadas y con peligro de desprendimiento debido a su muy deteriorada apariencia.
Camino de ello va, si nadie lo remedia, otro de los complejos más destacados: el hotel Los Pinos. Su gestión, asociada a la apertura del balneario, ha provocado que también esté inoperativo después de que el centro termal cerrara indefinidamente en octubre del año pasado. La proliferación de la vegetación en sus paredes denota que lleva meses descuidado e inactivo. Es el denominador común de la gran mayoría de locales turísticos: ahora son edificios vacíos y en desuso. Donde «no hace tanto» había trajín de visitantes y vida a rebosar, ahora solo impera el silencio y la nostalgia.
Posibles soluciones
¿Alguna posible solución? El pensamiento más extendido es que es «muy complicado». «Aquí hay que poner mucho dinero para revitalizarlo todo y las administraciones públicas difícilmente lo hagan. Falta inversión privada», comenta Roig. Pero lo cierto es que los empresarios han dejado de confiar en el potencial de la Font.
Como ejemplo, según ha podido conocer este periódico, ofrecen alquilar por solo 1.200 euros al mes todo el hotel Los Pinos al completo (con 60 habitaciones), mientras que el Novella, cuyos dueños están cerca de jubilarse, lo dejan por unos 2.000 euros mensuales. El dato sintomático que demuestra que la Font está en la UCI es que por ahora nadie, ni siquiera por ese precio, ha querido cogerlos.