AL CONTRATAQUE

En la Vega del Segura

Paco Mariscal

Paco Mariscal

Era/es la Vega Baja del Segura una especie de Arcadia feliz donde reina la sencillez, la paz, la música y la alegría de vivir en un frondoso medio natural. Era/es la imagen que nos ofrece la costumbrista y localista zarzuela La Parranda, y parranda es tanto como grupo festivo o animada diversión. La música la compuso Francisco Alonso y el libreto Luis Fernández Ardavín. Allegados de la Plana y comarcas del secano castellonense, en esa zarzuela tropieza uno con un bello pasodoble harto conocido por nuestras bandas de música; un pasodoble, cuya letra nos informa de que, cuando ríe una huertana junto al Segura, florecen en la Vega hasta las piedras. Porque las huertanas son lindas, castas y puras como azahar. Y uno, vecinos --que en absoluto considera la zarzuela un género chico y que calificaría al letrista de ameno-- siguió en multitud de ocasiones la música y la letra de La Parranda, y siempre echó a faltar las ausencias. Porque el letrista no nos indica si los mozos del Segura son apuestos, puros y castos como el azahar, o como San Luis Gonzaga que hizo voto de virginidad perpetua a los 11 años según sus hagiógrafos. Sea dicho con todo respeto hacia San Luis, el muchacho jesuita y de familia noble, que se dedicó a curar enfermos de una terrible pandemia y murió apestado a sus 23 años en la Italia del Renacimiento. Pero no, vecinos, San Luis poco tiene que ver con La Vega.

El brazo de Alá

Con La Vega, con su epicentro la laboriosa Orihuela, tuvo que ver estos días pasados el integrismo religioso ultraconservador o de derecha extrema. Qué le vamos a hacer. Los integristas musulmanes, no los musulmanes, representan el brazo de Alá; los integristas judíos, no el pueblo judío, representan la diestra de Yahvé; los integristas cristianos, que no el pueblo cristiano, representan la luz de Trento, el martillo de herejes, o el látigo contra los perversos legisladores políticos sobre el aborto. No otra cosa se desprende, en la frondosa Vega del Segura, de las recientes declaraciones del obispo mitrado de Orihuela. La mitra de nuestros obispos posee dos cintas que caen sobre la espalda del clérigo y se llaman ínfulas. La lengua de Cervantes hizo los cambios semánticos oportunos, y también en las comarcas sureñas del País Valenciano, el término ínfulas se utiliza como el equivalente de vanidad pretenciosa. El ciudadano José Ignacio Munilla, cargado de bíblica ira, arremetió contra la postura del PP, o de Alberto Núñez Feijóo en torno a la legislación sobre el aborto. Feijóo, el político gallego, con estudiada parsimonia, había intentado contentar tanto a la derecha normal de su partido como a la no escasa derecha extrema que anida en él. Calculada ambigüedad que da alas a los tópicos sobre nuestros gallegos: nunca se saben si suben o si bajan cuando te cruzas con ellos en las escaleras. Y los tópicos no tienen mayor trascendencia. Aunque para el mitrado Munilla, esa toma de postura oficial del PP venía a ser una «traición absoluta», como lo era la postura de Tribunal Constitucional o del Gobierno de las Españas.

El jefe de filas del PP valenciano Carlos Mazón Guixot le indicó o aconsejó al obispo que el inmiscuirse los clérigos en política no significaba inteligencia y madurez; lo mismo que responsabilidad y madurez política significaba que los políticos no se metieran con los clérigos. Aunque lo conveniente sería que el obispo Munilla, escuchara un par de veces La Parranda, una arcadia con la cual limar sus asperezas integristas.

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