LA COLUMNA

En las nubes

Álex Rubio

Álex Rubio

¿Qué ocurriría en los días soleados? Quise imaginar que aquellas nubes serían acaso conglomerados de ondas invisibles, vagando tal vez por la estratosfera. Tardé en desentrañar la fantasía digital, pese a trabajar en comunicación y márketing desde mediados de la primera década de los 2000. Mi ordenador no bajaba datos de ese llamado almacenamiento en la nube. La realidad, obviando la metáfora, era y es muy distinta: los archivos, fotografías o páginas web que consultamos se descargan en nuestros dispositivos tras recorrer miles de kilómetros. Lo hacen a través de las arterias de nuestro mundo digital, cables submarinos de fibra óptica que suman más de 1,3 millones de kilómetros de longitud --30 veces la circunferencia de la Tierra--, que movilizan la información digital que consumimos. Esta reside físicamente en alguno de los más de 5.000 centros de datos diseminados por el mundo, cada uno de ellos con miles de ordenadores apilados en bastidores.

Así, nuestra era digital se desenvuelve en una delicada balanza entre el avance tecnológico y la sostenibilidad. Cada hito trae un inevitable impacto medioambiental a menudo eclipsado por el resplandor de la innovación. La Inteligencia Artificial, que ha ganado notoriedad debido a la proliferación de herramientas generativas como ChatGPT, Midjourney o Dall·e, plantea un desafío particularmente agudo desde una perspectiva ecologista. Sus sistemas, sus herramientas, están integrados en esta realidad de procesamiento y almacenamiento de datos con un impacto energético y contaminante tangible. Si una búsqueda en Google consume energía equivalente a una bombilla de 60W durante 17 segundos, con cada respuesta de ChatGPT podríamos cargar un teléfono móvil 60 veces.

El procesamiento computacional de la IA consume más energía, y a su vez genera más emisiones de CO2. Ya en 2020, la huella de carbono de Internet representaba el 4% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, un 1% los centros de datos, una cifra que sin duda aumentará debido a las implicaciones de la IA, también exigente en la fabricación de hardware --extracción de minerales, fabricación de semiconductores, eliminación de desechos electrónicos…--. A la IA deberemos exigirle responsabilidad, tanto desde el punto de vista ético como legal, pero también, y con el futuro en juego, su compromiso con el medio ambiente.

Director y Chief Strategy Officer de Twelfhundred. Profesor de la UJI

Suscríbete para seguir leyendo