Política

Iván no era tan terrible

El portavoz en el Congreso de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, anunció este martes su renuncia al acta de diputado y que deja sus cargos en la dirección del partido de Santiago Abascal

Espinosa de los Monteros renuncia a su escaño de Vox por "motivos familiares".

Espinosa de los Monteros renuncia a su escaño de Vox por "motivos familiares". / FERNANDO ALVARADO

Matías Vallés

Matías Vallés

El partido que más predica la unidad de España es el partido más desunido de España. La ventaja de abandonar la extrema derecha es que de súbito pareces más decente que cualquier persona que nunca ha estado en la extrema derecha. En la Biblia se llama a este fenómeno la parábola del hijo pródigo, y tiene su último ejemplo en el Iván Espinosa de los Monteros egresado de Vox, con el precedente de la canonización de Macarena Olona en el mismo ruedo ibérico. Una vez domesticado, Iván no era tan terrible. La desposesión del ultraliberal genera un acusado entusiasmo. Qué lástima que sea tan de derechas, con lo bien que se expresa.

Los indicios de descomposición alimentan la sensación inaceptable de que Vox puede empeorar. Iván el 'No Tan Terrible' dimite en nombre de otros.

Las emociones inigualables de las quinielas presidenciales camuflaron la evidencia de que el retroceso de 52 a 33 diputados obligaba a la rendición inmediata del gerente del cotarro transfranquista, pero Santiago Abascal es un superviviente que prepara el salto a su siguiente singladura de pago. Cada vez cuesta más referirse a Vox como ultraderecha moderada, ni siquiera con las licencias del mal chiste. Sin embargo, la canonización de Espinosa de los Monteros y demás apellidos compuestos no debe olvidar que es una de esas personas que siempre tienen razón. Y que tras su debate con Oskar Matute, hasta la derecha española quería votar a Bildu.

El desmembramiento demuestra que el monolítico Vox responde al rechazo que genera su extremismo con una radicalización adicional. La diferencia entre religión y secta es el número de adeptos, la experiencia en que se ve envuelta la ultraderecha antes moderada tras su estrepitosa derrota suele acabar con un señor y una bandera, rememorando glorias pasadas.

Nadie añorará a Vox, ni siquiera Vox, otro experimento gaseoso que olvidó que clásicos como PP y PSOE nunca estuvieron basados en la unanimidad, sino en el interés común. Económico, por supuesto.