LA RUEDA

Nuevos cursos

Henri Bouché

Henri Bouché

Agosto terminó, decíamos, con los grandes festivales y festejos en la provincia, aunque quedan otros todavía como las fiestas de la Virgen de Gracia en Vila-real, la Misericordia en Burriana, las de Segorbe y otras. Comienza un nuevo curso escolar y sigue la gran asignatura política: la investidura, amén de otro asuntillo deportivo-moral-económico que ya nos tiene hartos por la exagerada publicidad que se le presta, que no por la gravedad que conlleva.

Esto me recuerda aquella anécdota que cita, de pasada, Ortega en algún lugar de alguna de sus obras. Una conversación entre un ciego y un tullido. Le dice el primero al segundo en la calle: ¿Cómo anda, buen hombre? A lo que el tullido responde: ... Pues, como ve… (brevísima conversación que me recuerda el tópico castellonense: «Li diu el mort al degollat: Qui t’ha fet eixe forat?»).

Un diálogo de sordos

A veces, nos encontramos con hechos como estos: ¿qué podemos decir del nuevo curso escolar tan alborotado? ¿Qué podemos decir del síndrome posvacacional o de los políticos ahora en liza? ¿O del creciente paro? Es como un diálogo de sordos o como la conversación del ciego y el tullido. Cada uno sigue con su monólogo, sin escuchar al otro y sin querer ver la situación, quizá. Eso, sí, la culpa es de uno por no saber andar y del otro por no saber, ver, dicen mutuamente. Pero, unos y otros y la calle sin barrer; esperemos, pues, al barrendero que está al caer y veremos quién arregla el desaguisado.

Hablen claro, señores, pues, como decía el autor anteriormente, citado, Ortega, la claridad es la cortesía del filósofo. Y añadía algo así como es hora de descender o derribar mitos y centrarse en las evidencias, en la realidad cotidiana, entre ellas el creciente paro y demás, como hemos dicho sin ánimo exhaustivo. Y otras. Esperemos que alguien lo arregle o, al menos, lo intente.

Sobran, tal vez, discursos y, eso, sí, faltan hechos que, como decía Krishnamurti, poco importa lo que se hable; lo que importa es la plena significación de lo que se dice, aunque también la frase la completaba la sentencia napoleónica: el mayor orador del mundo es el éxito. Cualquiera puede hablar con verdad, pero hablar con orden, prudencia y saber, añadía Montaigne, pocos lo consiguen. Y corroborarlo con hechos, aún peor. Aviso, de nuevo, para navegantes… que serlos, los somos todos, unos más que otros, claro.

Profesor

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