Baroja y Azorín

Si Pío Baroja, por su amistad con Leandro Alloza, visitó Castellón en 1901, como narra en su Camino de perfección, y se relacionó con los intelectuales finiseculares, Azorín, su amigo entrañable, conoció en su visita a la ciudad en 1927 a los componentes de la Castellonense de Cultura, en particular a Espresati, quien lo revela en uno de sus libros. Tan impresionado quedó del nivel de este grupo de eruditos, que llegó a escribir: «El meridiano de la cultura valenciana pasa, obligatoriamente, por Castellón». 

Este era el panorama de la ilustración local en el inicio de la segunda década del siglo XX. Con todo, cabría significar que el afán instructivo floreció, con fuerza, merced a la acción del citado grupo de próceres, a los que pronto se unieron muchos otros que impulsaron, en gran manera, el nivel ilustrado de la localidad. 

Homenaje a Ribalta

Al impulso mancomunado del Ateneo y la Sociedad Castellonense de Cultura, respondido de inmediato por el consistorio, se debió el homenaje al pintor Ribalta a quien, por aquel entonces, se creía hijo de Castellón, adjudicándole su nombre al parque y al instituto de enseñanza media, y erigiéndole, el 27 de marzo de 1927, una estatua en bronce modelada por el escultor Juan Bautista Adsuara Ramos que ya había logrado la primera Medalla Nacional en Bellas Artes. 

Precisamente con motivo de esta efeméride se llevaron a cabo varias exposiciones en el Ateneo, Instituto y en el Casino Antiguo, en las que concurrieron los artistas locales Emilio Aliaga, Bautista Alós, Alloza, Pascual Amorós, Vicente Armengot, Carlos Armiño, Bernat Artola, Badía, Cristóbal Bou, Buenosaires, Carrasco, Castell, Colón, Enero, Felip, Guallart, Gumbau, Llopis, Marmaneu, Martí Martín, Paús, Felix Peris, Peyró, Porcar, Renau, Simón, Vidal y Vilarroig. 

Una demostración de la acción que supuso la academia de Castellón, que se vio continuada por la agrupación liderada por su discípulo Porcar.

Cronista oficial de Castelló

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