AL CONTRATAQUE

Día de Difuntos: 1836, 2002 y 2023

Paco Mariscal

Paco Mariscal

La buena literatura, como la de Mariano José de Larra, ni tiene vida fugaz, ni la enmohece el tiempo. Amigos y vecinos de la huerta y secano, los discretos y decrépitos plumillas, cargados con el achaque de la edad, acudimos cada doce meses a las mismas fuentes de la memoria donde mana el recuerdo. Y el 2 de noviembre nos acercamos año tras año a Larra, El pobrecito hablador; y buscamos a Melchor Marín Montserrat, quien cantaba el Dies Irae en Benafigos y se fue al Infinito el 2002; y, con ellos y en las orillas del sufrido Riu Sec de Castelló de la Plana, seguimos atentos los ecos de la política de las tierras hispanas, entre las cuales se incluyen las del País Valenciano. Son ecos que esta temporada tienen visos de verborrea patriotera, adornada con mil banderas españolas o de la antigua Corona de Aragón que, como ustedes saben, tienen los mismos colores.

A Larra se acerca uno porque ahí --leído y releído hasta la enésima vez-- está su Día de difuntos de 1836, esa reflexión romántica e intimista sobre los muertos vivientes o los vivos muertos en las anchas Españas, que contagia al lector. Ahí se acude porque la biografía de Larra desde su nacimiento el 1809 hasta su temprano suicidio en 1837 es puro romanticismo y reflejo de los avatares políticos, sociales y bélicos de ese periodo histórico. Aunque, tras el romanticismo sincero de ese Larra, tropezamos también con el Larra periodista de la Ilustración, sin tener a la diosa Razón por divinidad alguna. Ese periodista, a quien algunos de sus compatriotas más reaccionarios tachaban de afrancesado, como también le dedicaban el mismo piropo a Goya. Y tal que las pinturas del artista aragonés, los artículos de Larra son joyas de la cultura, libres de moho y siempre actuales, también junto al cauce seco de la capital de la Plana.

Por las calles de Madrid

Camino del cementerio, en la visita tradicional del 2 de noviembre, el escritor y periodista Larra deambula por las calles de Madrid, acompañado de la trágica, bárbara, bélica, fratricida realidad de su época: irracionalismo carlista, décadas ominosas y una clase política podrida. El maestro de periodistas encuentra por las calles a los mil y uno muertos/vivos. En un conocido pasaje de su artículo escribió aquello conocido de «Aquí yace media España, murió de la otra media». Frase que no deja de tener actualidad este 2 de noviembre de 2023.

Y actualidad la tuvo siempre, lamentablemente. Por eso nos acercamos, como es lógico el día de los difuntos, a la biografía ejemplar de nuestro paisano de Benafigos Melchor Marín. Reposa en el diminuto camposanto de su pueblo, desde donde se vislumbra el Penyagolosa y el mar. Paisaje majestuoso como casi todo l’Alt Maestrat o l’Alcalatén. El campesino Melchor aprendió a escribir, a leer y música, en el Ejército cuando lo llamaron a filas. Se reenganchó en el Ejército, y cuando se produjo el golpe de estado que acabó en guerra incivil, tomó las riendas de mando en su pueblo natal. Y en Benafigos salvó la parroquia del fuego de los exaltados, y ayudó a esconderse al párroco para salvarlo de la barbarie. Finalizada la guerra, el franquismo lo paseó por un consejo de guerra y varios años en prisión, debido a tamañas maldades republicanas. Recuperado para la vida civil en Benafigos, a partir de los años 40, se ganó la vida en tareas agropecuarias y cantó en funerales el Dies Irae, en latín, como mandan los cánones. Melchor y Larra son actualidad hoy porque los patrioteros de un extremo y del otro intentan empujarnos a la confrontación vivos/muertos o vencedores/vencidos.

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