Carta del obispo

Jesucristo, Rey del universo

CASIMIROLópez Llorente

Este último domingo del año litúrgico, la Iglesia celebra la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo. Jesús mismo se declara Rey ante Pilatos cuando los judíos se lo entregaron con la acusación de que había usurpado el título de rey de los Judíos. «Tu lo dices, yo soy rey», contesta Jesús a la pregunta de Pilatos; y añade «pero mi reino no es de este mundo» (cf. Jn 18, 36-37). En efecto, el reino de Jesús nada tiene que ver con los reinos de este mundo. No busca el poder, no se apoya en ejércitos ni compra voluntades. Jesús no vino a dominar personas o pueblos, sino a servir y entregar su vida para salvar a la humanidad de la esclavitud del pecado y de la muerte.

Jesús es Rey porque ha venido a este mundo para dar testimonio de la verdad. La verdad que Cristo reveló al mundo es que Dios es Amor. Jesús proclama que Dios es nuestro origen y nuestro destino en el plan de Dios. Somos creados por Dios por puro amor y estamos llamados a ser amados eternamente por Él. Solo Dios es capaz de llenar nuestro deseo innato de ser amados, de ser felices plenamente y para siempre. Y porque Jesús descubre la verdad más honda del corazón humano, cuantos la escuchan de buena voluntad, la acogen con fe y lo siguen.

Toda la existencia de Jesús es relevación de Dios-Amor. De ello dio pleno testimonio con la entrega total de su vida por amor a los hombres. La Cruz es el trono desde el que Cristo Rey manifiesta la sublime realeza de Dios-Amor: Jesús, el Hijo de Dios, ofreciéndose como expiación por el pecado del mundo, venció el dominio del príncipe de este mundo y de la muerte, e instauró definitivamente el Reino de Dios.

La Cruz se transforma en fuerza salvadora, en árbol de la verdad y de la vida, en fuente del amor, en motor del perdón y de la reconciliación. Este Reino se manifestará plenamente al final de los tiempos, después de que todos sus enemigos y la muerte sean sometidos a Dios. Cristo Jesús reina dando su vida, perdonando. En la Cruz, Cristo nos muestra que Dios ama sin límite a cada hombre y mujer. De la Cruz brota el Primer Anuncio de nuestra fe: Cristo te ama, Cristo ha muerto y ha resucitado por ti y por mí, para que creyendo en Él tengamos Vida, eterna y feliz.

*Obispo de Segorbe-Castellón