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Peinados ultras

Vicent García Nebot

Vicent García Nebot

Igual no os habéis dado cuenta, pero existe una vinculación extraña entre el peinado y la ultraderecha. Cuando más estrafalario es el peinado más opciones de subir en las encuestas e incluso de ganar las elecciones tiene el sujeto en cuestión.

El anaranjado color de piel de Donald Trump, junto con el imponente tupé, color amarillo unas veces y otras rubio platino, son una característica estética que, junto con sus exageradas muecas, atrae al electorado de una forma casi hipnótica.

Las decimonónicas patillas del presidente argentino Javier Milei con su motosierra en danza, que ya ha puesto en marcha, y sus gafas de vista en el extremo de la punta de la nariz, también han sido garantía de éxito en las pasadas elecciones. Aunque ahí también cuenta el hartazgo de los argentinos con el kirchnerismo.

La ultraderecha de Geert Wilders se erigió hace poco, y por primera vez, como primera fuerza en Países Bajos, también con un pelo a ratos rubio platino a ratos amarillo paja, pero siempre exageradamente cardado.

O el enorme flequillo de Jair Bolsonaro. Rebelde ante cualquier ventolera brasilera que pudiera darle al expresidente de Brasil.

Tal vez cuidar esta estética venga de aquella que, en los años 30 del pasado siglo, utilizaban los entonces lideres populistas: el bigote de Hitler, el bigotín de Franco, o la cabeza rapada al cero del Duce, que sí, que colgaron los partisanos por los pies.

En España, a Santi Abascal aún le queda mucho para encontrar su estilo populista. La barba larga de hípster no acaba de encontrar el sitio entre la ultraderecha. Más bien parece un líder de izquierdas. Aunque tal vez es esa la estrategia para intentar rascar votantes a la cada vez más desgastada izquierda a la izquierda del PSOE.

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