Las cuarenta

El CD Castellón nos tiene mal acostumbrados

Pepe Beltrán

Pepe Beltrán

Aunque contra el Algeciras no fue el mejor partido de la temporada --el portero rival pasó prácticamente desapercibido y hasta los minutos finales apenas disfrutamos de ocasiones claras--, el CD Castellón ya luce el nimio honor de ser el campeón de invierno de esta tercera división ordinal del balompié patrio, un éxito cuyo valor no llena ninguna vitrina y en puridad solo es aritmético, el que supone la ventaja adquirida en el liderato cuando ya todos los equipos han jugado entre sí. Y no es poca cosa, pero después de tantas tardes espectaculares por el juego exhibido y los goles cobrados, ciertamente la afición se ha vuelto tan exquisita como puntillosa y espera la excelencia en cada partido.

No es malo ese nivel coercitivo que se infiere de jugar en casa. Sin duda ayuda a evitar la relajación y mantendrá vivo el espíritu competitivo para alcanzar la meta del ascenso directo, que no es que tengamos prisa --que también-- mas es el único camino seguro en esta endiablada categoría. Que el equipo nos tenga mal acostumbrados en el mejor de los sentidos, con mejor fútbol y más goles reitero, no minimiza ni el nuevo triunfo ni la clasificación, pero mucho menos debe relajar nuestra exigencia. Al contrario.

Algo parecido viene a ocurrirle al presidente Haralabos Voulgaris. Después de alucinar tantas jornadas con una presencia masiva de espectadores, con el pico del día de la Copa y más de catorce mil espectadores en Castalia, ahora todo le parece poco. También teníamos al máximo accionista de la SAD mal criado al respecto y, a destiempo, como lo ha reconocido en un twitter posterior, mostraba unas dudas incomprensibles sobre la fidelidad de la afición. Un sábado de invierno a las seis de la tarde no deviene la mejor invitación para acudir al estadio, eso por no entrar en las dudas que despierta el sistema de contabilidad oficial. Insisto, si hubo poco más de diez mil espectadores contra el Algeciras, que me digan a mí dónde sentamos a los otros cinco mil que faltan para completar el aforo: no caben.

En lo que tiene razón el presi es que una afluencia masiva, y eso solo va ligado al ascenso, es la única forma de reclamar la ampliación de Castalia, y ya he dejado escrito en más de una ocasión que, siendo relativamente fácil crecer en la grada de la avenida de Benicàssim, que se olvide el club de esperar la colaboración del Ayuntamiento, porque esta se limitará a salir en las fotos y pintarle la fachada. No se puede confiar en quienes estuvieron a punto de deshacer el club y fundar uno nuevo como quien cambia de chaqueta, opción que dominan a rebufo de las modas. La idea en la que trabajan en la Plaça Major es invitar a que Bob asuma la obra como una inversión y compensarle con la ampliación del convenio de cesión. Y por eso entendería que el máximo accionista quiera mantener en tensión a la afición, para garantizar que tanto dispendio le merece la pena.

No me cabe duda que aceptar ese nuevo reto demostrará una participación de Voulgaris incluso superior a la esgrimida con la apuesta realizada hasta ahora, que no es poca, primero regalando dinero a Vicente Montesinos para liberarnos de su gestión y luego con la plantilla actual, la más que probable llegada de refuerzos en breve y las consiguientes primas de ascenso hasta sumar 9 millones en la previsión de pérdidas de este ejercicio. Todo eso, igual que la ampliación de Castalia o la imprescindible nueva ciudad deportiva, planes todos en ciernes, son la garantía de que hablamos de un proyecto de futuro con el que el dueño del club quiere aspirar a todo.

Por eso tampoco debe cansarnos alabar, más incluso que el trabajo, la inyección económica que ha realizado. Tan tristemente mal acostumbrados nos tenían sus predecesores en el cargo, engordando la deuda y llevándoselos calentitos, que ahora que viene uno con dinero por delante aún le pedimos más. La última prueba de su generosidad llegará en la asamblea de febrero, donde renunciará a su préstamo al club (más de nueve millones) al transformarlo en nuevas acciones, en nuevos recursos, y eso garantiza una estabilidad inmediata y un importante techo de gasto para cuando se suba para competir en igualdad de condiciones con clubes consolidados en la categoría. Eso se llama previsión, pero sobre todo colige la perdurabilidad del proyecto y su implicación en hacer realidad nuestras ilusiones.