carta del obispo

Romerías y procesiones

Casimiro López Llorente

Casimiro López Llorente

Este domingo en Castellón iremos en romería al cerro de la Magdalena cumpliendo con un voto ancestral en recuerdo de la fundación de la ciudad. Y, en unas semanas, la mayoría de nuestros pueblos y ciudades celebrarán procesiones de Semana Santa. Son solo un par de ejemplos de la rica realidad de romerías y procesiones en nuestra tierra. Unas y otras forman parte de la religiosidad popular; es decir, son expresión de la fe cristiana de un pueblo de acuerdo con su idiosincrasia, su cultura y su historia. La fe ha entrado en el corazón de nuestras gentes, formando parte de sus sentimientos, costumbres, sentir y vivir común.

Estas y otras manifestaciones de religiosidad popular son un tesoro que hemos conservar y cuidar. Más allá otros aspectos son, ante todo, manifestaciones de la fe cristiana de un pueblo. No pueden ser consideradas como algo primitivo o como una manifestación menos pura de la fe. Son expresiones legítimas de la fe cristiana. La religiosidad popular tiene ciertamente sus límites. Como todas las realidades no siempre está exenta de errores o desviaciones. A veces se puede quedar en lo folclórico, en lo superficial o en lo costumbrista, quedando así vaciada de su verdadero origen, sentido y fin.

Necesita también ser evangelizada, «para que la fe que expresa, llegue a ser un acto cada vez más maduro y auténtico» (Juan Pablo II). Pero sus expresiones son válidas para la evangelización, para llevar al encuentro con Cristo vivo y para la transmisión de la fe cristiana.

La religiosidad popular es una realidad viva entre nosotros. Sus manifestaciones tienen una gran capacidad de convocatoria e involucran a muchas personas.ay como tres tipos personas entre los que se acercan a las romerías y a las procesiones. Las que lo hacen por tradición o curiosidad, pero no son creyentes; los alejados de la fe cristiana y los que tienen la religiosidad popular como modo de vivir la fe.

*Obispo de Segorbe-Castellón