Primera RFEF

CD Castellón: la historia de Rafaela Rodríguez, la abuela del Centenario

El exfutbolista y capitán albinegro Manu Irún emocionó a Castalia al recoger la insignia del club junto a su abuela, nacida en 1922

CD Castellón: la historia de Rafaela Rodríguez, la abuela del Centenario

Enrique Ballester

Enrique Ballester

La previa del Castellón-At. Baleares del domingo aguardaba una sorpresa. Como en cada jornada, el club anunció la entrega de una insignia conmemorativa a un exfutbolista albinegro, en el marco de los actos de celebración del Centenario. El agraciado en esta ocasión fue el castellonense Manu Irún, que asomó en el césped acompañado por su prima Carmen Molina, la anterior reina de las fiestas, y por su abuela Rafaela Rodríguez, que nació exactamente la misma semana que el Club Deportivo Castellón, en julio del 1922.

La señora, a sus 100 años, pisó el verde portando la camiseta albinegra y acaparó todas las miradas. «Le aplaudieron más a ella que a mí», admite con gracia Manu Irún, que actualmente reside en Budapest, Hungría, donde trabaja en el Instituto Europeo de Innovación y Tecnología de la Comisión Europea. Lo de salir al campo con su abuela se le ocurrió en la pasada Navidad, cuando fue a visitarla. «Lo que quería transmitir a Castalia es lo importante que es para alguien de Castellón como yo, y para su familia, jugar en el Castellón, y lo quise demostrar llevando a lo que más quieres: a tu abuela», explica. Y lo consiguió, vista la emoción con la que se vivió el momento en la grada.

Rafaela y Manu, instantes antes del homenaje.

Rafaela y Manu, instantes antes del homenaje. / Gabriel Utiel

También se emocionaron los protagonistas, naturalmente. A través de su nieto, Rafaela apunta a Mediterráneo que estuvo «encantada» con el acto. Un poco antes se le acercó Kochorashvili y le dijo «calienta que sales». Al acabar el partido, la gente la paraba en la calle para hacerse fotos. «Casi que le supo a poco --comenta Manu--, no quería solo salir al césped y ya está. Estábamos allí y me preguntó ‘¿dónde está el balón?’. Resulta que había estado ensayando el saque de honor y el Pam, pam, orellut en su casa. Eso te dice el tipo de persona que es: lo quiere vivir todo siempre al máximo. Yo en mi familia he visto siempre mucho esfuerzo y una generosidad absoluta y pensé que ella merecía más que nadie el homenaje. Detrás de cualquier deportista está el sacrificio enorme de una familia».

Rafael Rodríguez, con la camiseta albinegra.

Rafael Rodríguez, con la camiseta albinegra. / Mediterráneo

De Las Palmas a la calle Colón

Rafaela Rodríguez nació en 1922 en Las Palmas de Gran Canaria. «Mi abuelo, Justo Molina, que procedía de Alcudia de Veo, tenía una tienda de textil en la calle Colón donde vendía un poco de todo, desde uniformes laborales a mantones de Manila, y viajaba mucho para comprar género por toda España con Enrique, su mejor amigo», explica Irún. En un viaje a Las Palmas, los dos amigos conocieron a las hermanas Rodríguez, con las que se casaron y se instalaron en Castelló de manera definitiva. «En esa tienda me crié yo. Mis padres eran profesores en el instituto Ribalta y yo estudiaba en el colegio Herrero. Al salir del cole iba a la tienda y allí jugaba al fútbol. La portería era el mostrador de mi abuela», añade Manu, que disputó 120 partidos oficiales con la camiseta del Castellón, en Segunda y Segunda B, desde el debut en 1993 hasta su despedida en 1999.

Su temporada más fructífera fue la 1996/97, donde marcó 9 goles en Liga. «Yo era cumplidor», replica Manu Irún, quitándose méritos. «Lo mismo jugaba de lateral que de delantero, corría y no daba problemas, por eso los entrenadores me querían», indica. Sea verdad o no, lo cierto es que su historia es tan curiosa o más que la de su abuela Rafaela. Él mismo la resume: «Hasta los 15 años no jugué al fútbol más o menos en serio. Jugué primero al fútbol sala en el colegio, con los amigos en la calle y después, ya en el instituto, estaba ahí fuera comiéndome un bocadillo de tortilla de patata y pasó Osman Bendezu, que me había entrenado en el Herrero. Me preguntó si estaba jugando en algún equipo, le dije que no y me llevó al Balnul. De ahí pasé al Almazora, que entonces era el filial del Castellón, y donde coincidí con Cruceta, Octavio... Metí un montón de goles y me fichó el Castellón para el amateur hasta que un día se lesionó Mateu y apareció Andrés Felices, que entonces era el masajista, para sacarme de clase. Nos íbamos a Barcelona para jugar contra el filial del Barça. Recuerdo que era de termodinámica la clase. Al ver llegar a Felices, el profesor se llevó un susto importante».

Manu Irún, en su época de futbolista.

Manu Irún, en su época de futbolista. / Mediterráneo

Una retirada prematura

Manu Irún debutó, convenció y se convirtió en capitán y en uno de los favoritos de la grada de Castalia. Sin embargo, su carrera deportiva acabó antes de tiempo. «Tuve una lesión cervical, se me dormían los pies y los brazos, sufrí problemas de visión... No sabían a qué se debía y lo pasé mal porque un médico dijo que incluso tendría problemas para llevar una vida normal. Por suerte fui al Hospital del Mar en Barcelona y con otro diagnóstico y un buen tratamiento ahora con 48 años estoy perfecto». 

Manu Irún, que también jugó en Segunda B con el Burriana, se vio forzado a retirarse del fútbol a los 26 años. A cambio emprendió una exitosa carrera profesional tanto en el sector privado como en el público. Ya entonces era doctor en Ciencias Químicas por la Universitat Jaume I. Antes de instalarse en Budapest, trabajó y vivió en Bruselas, tiene dos hijas y una familia que también le dio el domingo una grata sorpresa: «Yo sabía que estaría mi abuela y algún familiar cercano como mi tío Quique, pero vinieron primos y tíos de Barcelona, mis hermanas que viven fuera... Ha sido un reencuentro. Al final nos reunimos todos por el Castellón y por la abuela».