Las Cuarenta

La opinión de Pepe Beltrán | La última parida de la Magdalena

El líder, como principal candidato al ascenso y por su presupuesto, no puede sumar tantos tropiezos como ya figuran en nuestro casillero

Schreuder, en El Collao.

Schreuder, en El Collao. / Juani Ruz / Diario Información

Pepe Beltrán

Pepe Beltrán

Aunque algunos prefieran quedarse con la anécdota --la del quinto penalti marrado de los cinco lanzados-- y otros méritos desperdiciados durante el primer tiempo, deviene imposible abstraerse de la realidad, la de una tristísima derrota que convierte en inesperada final la cita del sábado si no queremos que el Córdoba se pueda erigir en rival más peligroso que el Ibiza. El líder, como principal candidato al ascenso y por su presupuesto, no puede sumar tantos tropiezos como ya figuran en nuestro casillero. Salvo que no seamos tan buenos como infiere la clasificación y que la plantilla no cuente con un plan B como diera a entender aquella inolvidable noche del Oviedo en la Copa del Rey, porque, de verdad de la buena, hasta ahora, los refuerzos de invierno no han aportado nada, y eso se ha notado en el bajón que ha marcado esta fase del campeonato y abierto el melón de esas dudas razonadas pese a lo extraordinario de la campaña.

Todavía sin recuperarme de ese disgusto emocional, por inesperado, iniciaba el domingo por la noche una viciada búsqueda de canales televisivos con el mando en una mano, el móvil en la otra y el ceño fruncido por el cabreo. En esa rueda sinfín que repetía como método para combatir el hastío (aunque la mayoría de cadenas mantenía la misma insulsa programación porque no les daba respiro en mi ansiedad), acabé enganchado al directo del Vítol. La vistosa luminotecnia perseguía homenajear a los símbolos de la ciudad y, tras la gaiata y su recién estrenado BIC, y la Lledonera en el centenario de su coronación, apareció un enorme escudo del CD Castellón reflejado sobre la fachada de la concatedral mientras en una potente megafonía sonaban los acordes del Pam, Pam, Orellut que, enseguida, coreó toda la plaza. 

La refundación

Salvado el primer momento de regocijo, me revolvieron las tripas el tropiezo mentado y, con él, ese protagonismo forzado por una deuda pendiente. Y recuperé la memoria de que el mejor homenaje que puede recibir el club sería apartar de la vida pública a aquellos concejales que tuvieron la desvergüenza de proponer la refundación como solución a sus problemas económicos y la creación de un engendro en aquella ignominiosa cita del Real Casino Antiguo el 21 de julio de 2011. Por eso me rebelo a que ahora vendan su albinegrismo aquellos que pretendían su extinción. Frente a la amnesia colectiva, hemeroteca.

Claro que todos tenemos derecho a equivocarnos, pero el perdón requiere primero un reconocimiento de la culpa y, después, un propósito de enmienda. No veo ni lo uno ni lo otro en los políticos de turno. Porque lo único que han ofrecido hasta ahora son fuegos artificiales: el anuncio de una manzana albinegra que por indefinida nunca dejó de ser quimera, las mil y una fotos con las que sustituir un convenio aún por cerrar o el ridículo en que los dejó Haralabos Voulgaris al mostrar su disposición incluso a la compra de Castalia para atender todas las necesidades que el Ayuntamiento está obviando arteramente. Y eso no lo cambia la dedicatoria del Vítol.

Claro que me gustó el reconocimiento magdalenero y hasta me conmovió escuchar a la gente cantando con pasión, pero preferiría menos pompa y más sustancia, verbigracia un estadio en condiciones y más seguro, con asientos limpios y focos en todas las torres; un proyecto serio de ampliación de la grada; más colaboración para identificar y expulsar a los violentos en vez de ampararlos; ayuda institucional para encontrar los terrenos donde ubicar la ciudad deportiva; y cooperación con la justicia y los accionistas minoritarios para perseguir a los culpables del expolio. 

Post scriptum: «El periodismo y el periodista deben ser incómodos con el poder, pero también con la sociedad, con los ciudadanos, diciéndoles también a ellos que no todo lo que hacen está bien, que no pueden exigir a los demás lo que no se exigen a ellos mismos», Carmen Riego (presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid).