VIVIR ES SER OTRO

Quincuagésima

Iban a ser cuatro columnas, en plena canícula del agosto pasado. Bueno, por aquí seguimos

Carlos Tosca

Carlos Tosca

Esta es la quincuagésima columna que escribo para el periódico. Cincuenta textos publicados justo en un año —hubo dos semanas en las que por exigencias editoriales me sustituyó Julio Llamazares, a quien tanto admiro—. En este tiempo me ha hecho feliz compartir palabras con los lectores del principal diario provincial.

Iban a ser cuatro columnas solamente, en plena canícula del agosto pasado, luego se ampliaron a septiembre y más tarde… Bueno, por aquí seguimos, como ven.

Tras medio centenar de escritos, quiero mostrar mi agradecimiento a Mònica Mira, que fue quien me lo propuso. El ofrecimiento me pilló de sorpresa visitando a unos amigos de Cedramán. También quiero agradecer a Miguel Ángel Sales y a toda la gente de El Periódico Mediterráneo que hace posible su salida día a día. Muchas gracias, de verdad, porque escribir aquí me provoca una de esas pequeñas alegrías que convierten la vida en algo maravilloso.

Esta columna solo me ha traído satisfacciones. Algunas de ellas inesperadas. Antes de escribir aquí yo no era la típica persona que expresa con frecuencia su opinión por las redes sociales o en las tertulias de los bares —a los que tanto cito pero donde apenas me prodigo—, con los amigos o la familia. No soy de los que trata de convencer con sólidos argumentos a los contertulios o a los visitantes de su Facebook o Twitter. Nada más lejos de lo habitual me atrevería a decir. En esos foros prefiero escuchar y leer qué dicen los demás a soltar la mía. Y, lo admito, porque bastantes veces desconozco o tengo poco clara cuál es mi opinión o, de expresarla, me contradiría con frecuencia. Es por eso que, cuando escribo aquí, siempre me recuerdo que va en las páginas de opinión del periódico, de otra manera…

En fin, que, por decirlo de un modo creo que más claro, intento parecerme —y pido disculpas anticipadas por la comparación, evidentemente fuera de lugar— a Josep Pla, y aparecer como un observador de la realidad que habla de lo que ve, de lo que le interesa, pero con un cierto desapego, como el del viajero que pasa de largo.

Supongo que algunos temas han sido un tanto recurrentes. En cuanto a fútbol y literatura he debido contenerme, lo admito. Tener un hijo de seis años supongo que marca bastante, sobre todo si eres un padre que pasa de los 50. El pueblo, mis padres, la familia en general y los amigos. Incluso he hablado un poquito de política; este es un asunto que me interesa más de lo que muestro aquí, pero entiendo que ya hay muchos, quizá demasiados, hablando de ello. Sobre la Historia, así en mayúsculas, como asignatura, ha habido unas cuantas, y de wargames, mi afición más singular.

Disciplina

Escribir esta columna me ha obligado a sostener una disciplina y a exponer mi escritura. Estos dos factores han sido clave para beneficiarme como persona y como «escritor». Pese a no prodigarme a la hora de opinar, como he dicho antes, sí escribo ficción. Pero ahí mi problema era, fundamentalmente, un asunto de continuidad y de descubrir mis textos —escribí «vergüenzas»— en público. Ambas cuestiones se han paliado gracias a la obligación de presentar una columna cada semana. Otras repercusiones menores son que me han llegado a felicitar desconocidos por la calle. Increíble.

También quiero anunciar que esta, la quincuagésima columna, cerrará un libro compilatorio de todas las escritas aquí. Saldrá en La Pajarita Roja Editores, claro. Supongo que el próximo otoño. Ya informaré.

De verdad, de todo corazón, muchas gracias por dejarme este espacio de expresión, que al final es de reflexión. Y, sobre todo, muchas gracias por leerme.

Editor de La Pajarita Roja

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