AL CONTRATAQUE

A la una y pocos minutos

Todavía se ven, por suerte, rastros de cortesía, educación y modales entre la sangre nueva

Paco Mariscal

Paco Mariscal

Paisanos de las comarcas castellonenses, amigos, contribuyentes y allegados a la vera del Riu Sec en la festiva y sufrida capital de la Plana de calles estrechas y altas e irregulares edificaciones en el centro urbano… eran las 13 y doce minutos en punto del mediodía; fue el viernes 19 de este invierno un tanto anormal cuando, desaparecida la humedad de las primeras horas del día, acariciaba el ambiente un tibio sol invernal. La escena ocurrió en una calle norteña perpendicular al Parque de Ribalta. A esa hora, el atolondrado plumilla que firma estos renglones recogió su vehículo de la zona azul donde lo tenía aparcado, por cuyo servicio había pagado previamente. Llegado que fuera a su domicilio, divisó en el parabrisas la notita admonitoria en diminuto sobre: el vehículo había sobrepasado en el aparcamiento los minutos reglamentarios por los que se había pagado; las fuerzas del orden y de la movilidad urbana, exhortaban a pagar 5 euros y 25 céntimos en el plazo de una hora, bajo la amenaza de una denuncia de varias decenas de euros.

Aturdido y raudo como una centella, uno acudió de nuevo al lugar. Y se apercibió que no tenía las monedas exactas sino billetes. Corrían los minutos. Buscó cambio en un par de negocios cercanos y nanay, solicitó el cambio a los escasos transeúntes que por allí pasaban, y habían olvidado el monedero en casa. Entonces vio acercarse a un par de muchachos. Jovenzuelos en esa edad en que apunta el bozo a los varones y a las mozuelas les apuntan los pechos. Los adolescentes indicaron que no tenían cambio, pero que podrían buscarlo en algún bar de la cercana Farola. En breve se presentaron con las monedas, y le evitaron la denuncia al destartalado conductor. Agradecido este último, les dio como propina un billete de cinco euros, que rechazaron porque, como indicó uno de ellos, «son pare sempre li deia que s’havia d’ajudar als vells». Luego pensaron en una oportuna Coca cola y aceptaron, modosos, la propina cívica que se habían ganado.

Moraleja, vecinos, moraleja: todavía se ven rastros de cortesía, educación y modales entre la sangre nueva. Unos modales y una educación con base y principios en el ámbito familiar, en el ejemplo de los progenitores. Y es que aquello de las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra, fue válido ayer, hoy, mañana y siempre. La muestra en las cercanías del Ribalta fue «mon pare diu...».

Retrocesos en matemáticas

Algo más tarde leía uno en estas mismas páginas que el Gobierno de España iba a reforzar con 500 millones de euros la educación porque el informe PISA habla de retrocesos en matemáticas, en comprensión oral y expresión escrita en los colegios. Quizás se consiga con tamaña cantidad algún parco avance en materia de modales, además de en la redacción y la aritmética. Porque es curioso que hasta el mismísimo responsable máximo de esos informes PISA, Andreas Schleicher, lamentara, ante el retroceso educativo, la falta de implicación de los padres. «Los estudiantes se convirtieron en consumidores, los maestros en proveedores de servicios, las escuelas en una especie de institución social y los padres en clientes», dijo hace poco. Deberíamos considerar sus análisis, y recordar el comportamiento de los mozuelos junto al Ribalta.