Les Tres Caigudes: Una tradición de infancia

Claudia, Alba y Sara son Les Tres Caigudes en la Procesión de Penitentes 

Las tres niñas viven con ilusión sus últimos ensayos, dirgidos por el abuelo de una de ellas, antes del domingo de cuaresma

Les Tres Caigudes en la Procesión de Penitentes.

Les Tres Caigudes en la Procesión de Penitentes. / Toni Losas

Laura Colmenero

Un grupo de niñas risueñas juegan entre ellas mientras sus padres intentan poner orden. Van vestidas con trajecitos que se atan a la cintura con cordones dorados. Son unas niñas cualesquiera de un colegio de Castelló, aunque ayer su papel fue central en un acto que recorre el centro de la ciudad. La Tornà se unió con la Procesión de Penitentes. Caía la tarde y el cansancio de todo un día de Romería aligeraba el paso. 

Había tres pequeñas protagonistas en este acto, aunque toda la preparación pase desapercibida, llevaban meses ensayando. Con traje rosa, caminaba en el centro una Virgen María con cara dulce. A su lado, María de Cleofás y María Magdalena

Todos los años son tres niñas las que recorren las calles, manteniendo las manos unidas a paso lento. Pero este domingo de cuaresma, hubo algo que cambió respecto a los demás. La pequeña Virgen María, Claudia, es la nieta de Salvador Renau, quien ensaya a las pequeñas con dedicación para el acto «desde siempre», según dice Claudia. 

Las tres niñas van a la misma clase, son amigas y han compartido todos los ensayos con nerviosismo y ganas. A un par de días de la procesión, se mostraban emocionadas y felices. Su mayor preocupación, no era hacerlo mal, tenían los pasos y la postura claras. Claudia reía al comentar que la «corona» le iba un poco grande, que creía que se le caería y se tropezaría. Alba, que fue María de Cleofás y Sara, María Magdalena, tenían una preocupación similar, una con su túnica, la otra con el cordón que rodea su cintura. Se reían entre ellas imaginando el ese desastre. 

La ilusión de una niña

En los pasillos del colegio, los padres saludaban emocionados a las niñas, y les daban suerte para su gran día. Estaban emocionadas, también seguras, en realidad, «el abuelo nos ha enseñado bien», comenta.

Más allá de esa ilusión infantil, estaba la seriedad del acto. Conocían la importancia de su figura, sabían qué representan. «Les estamos diciendo a las personas que no creen en Dios que es muy importante», decía Claudia con un vaivén de brazos. Y no se equivoca, en sus orígenes, el acto tenía la finalidad de mostrar la importancia de la religión, el respeto y la adoración a Dios. 

Claudia ensayó sus movimientos, Manos juntas, pasos firmes, tres genuflexiones. Muesra todo el cariño con el que su abuelo las ha formado hasta dar con la representación perfecta. Junto a ellas, además, participó Marcos, representando a San Juan, que volcó todo su esfuerzo en unos ensayos que transcurrieron con cariño durante semanas.

Un último esfuerzo

Las niñas se prepararon en un último ensayo general el viernes anterior a la procesión, y aseguraron la confianza para el acto final. La última preparación fue en el colegio Bisbe Climent, justo antes de que comenzara la procesión. Un evento en el que por fin pudieron volcar toda la «ilusión» con la que cargaban, esprando momento.