DONES QUE FAN FESTA

Dos generaciones de fiesta: así vive las fiestas la madre de la Reina Infantil

Noemí Garrote, madre de la Reina Infantil de las Fiestas, fue Dama de la Ciudad

Orgullo, sacrificio y emoción son las palabras que definen el imprescindible papel que tiene en Magdalena

Vega Torrejón, junto a sus padres, Daniel y Noemí, y su hermana melliza, María.

Vega Torrejón, junto a sus padres, Daniel y Noemí, y su hermana melliza, María. / GABRIEL UTIEL BLANCO

Laura Colmenero

Todos los años, durante Magdalena, hay una figura que se queda detrás del foco de las cámaras, de los desfiles y de los actos. Alguien que siempre está ahí, en realidad, que deja su marca en cada vestido, en cada moño y de cada sonrisa. Una figura que no acapara la atención del público pero que es imprescindible para una semana en la que brilla una niña cuyo nombre resuena en todas partes.

Esta persona sacrifica parte de su tiempo personal, y también profesional, para sacar adelante un proyecto del que ella, en realidad, no va a formar parte. El orgullo es compartido, aunque el protagonismo no lo sea. 

Noemí Garrote, la madre de Vega Torrejón, la Reina Infantil de las Fiestas de la Magdalena, es una de esas personas imprescindibles, a la vez que invisibles. El nombre de su hija sale constantemente de su voz, con un deje de alegría, otro tanto de orgullo. Su papel es tan importante, que si ella no le hubiera enseñado a la pequeña todo lo que sabe, y si no le hubiera transmitido su cultura, no habría sido la Reina de las Fiestas.

Noemí arrastra la vida ajetreada de una trabajadora y la de una madre. A todo ello, se suma el esfuerzo extra que hace para que su hija pueda brillar durante todas las fiestas. Ella es autónoma, y reconoce que esta semana ha tenido que cerrar su negocio. «Una vez empieza el sábado, debe estar todo colocado y cosido», afirma. Esto lleva tiempo. Y aunque el sacrificio es grande, también lo es la recomensa. Todo el trabajo que «se hace detrás» afirma que es grato. «Como madres intentamos que vayan perfectas», reconoce, y durante un tiempo, ese es su único objetivo.

Ella ya ha vivido eso. Noemí Garrote fue Dama de la Ciudad en el año 2002. Conoce los protocolos, la emoción, la gandreza de esa experiencia. Ahora le concede a su hija el turno disfrutar de ello, tal y como ella lo hizo. Aunque todo lo superficial es igual, la «manera de vivirlo» no lo es. Noemí describe su sentimiento de «orgullo y emoción», y resalta que su pequeña, aunque aún es una niña, «ha llegado a un escalofón más alto».

Su visión materna cubre de cariño todas las palabras que le dirige a una niña que, según comenta «se ve que disfruta de todo». Que siempre tiene una sonrisa, una cara amable.

Noemí Garrote y Vega Torrejón.

Noemí Garrote y Vega Torrejón durante las fiestas. / Mediterráneo

Y entre la ternura, también acompaña admiración hacia una faceta que ni siquiera ella conocía de su hija. «Tiene mucho temple», dice con orgullo, y comenta la sorpresa que se llevó al ver cómo Vega se desenvolvía en esas situación a las que nunca se había enfrentado. Aunque reconoce que sí hay algo de sufrimiento en los nervios que una madre comparte con su hija, para ella fue «una sorpresa cómo habló en directo», igual que le sigue sorprendiendo su actitud ante la prensa. «Ha perdido la vergüenza», comenta Noemí. 

Los cambios no son solo en actitud, la madurez que ha adquirido o su facilidad para expresarse en público es solo una parte de lo que cambia. «Juegas más en contra con una niña», reconoce la madre. El cuerpo cambia, ella crece, no deja de ser una persona que aún está madurando. Esos cambios implican, además, otro esfuerzo por parte de la familia. La indumentaria hay que arreglarla para que se adapte al cuerpo cambiante. Una complicación más que no impide a Noemí disfrutar del proceso para que su hija esté cómoda.

Y aunque la voluntad de los padres sería poder seguir y acompañar a sus hijas lo máximo posible, Noemí reconoce su lugar. «En la mayor cantidad de actos siempre estoy en segundo plano», admite la madre. Mira desde lejos, con orgullo a la pequeña, pero mantiene esa distancia prudencial, para no acercarse «más de lo que correspone». Los actos son de Vega, y aunque ellos intentan estar presentes, lo que les toca es guardar las distancias. Lo más importante para ella, es verla disfrutar.

Tradición festera

Detrás de esa implicación maternal, hay una tradición festera y una voluntad de que prevalezca. «Que fuera elegida en agosto fue muy importante», cuenta. Y por supuesto, el admite que el sacrificio vuelve a ser la clave: «Este mundo te tiene te gustar, hay que sacrificar muchas cosas». Para que los niños y niñas sigan formando parte de ello, resalta, es necesario que padres y madres, así como colegios, transmitan la tradición y la cultura castellonense. «Como madre festera creo que es algo que no se deberia perder», admite.