AL CONTRATAQUE

Svoboda es libertad

Los carros de combate de las dictaduras comunistas pusieron punto final a la Primavera de Praga

Paco Mariscal

Paco Mariscal

Se acorta la luz del día. Llegan las tormentas y la furia del viento que remece con fuerza las palmeras y las ramas esmeralda de nuestros naranjos a una y otra orilla del Riu Sec en la capital de la Plana. Se precipitan los días y los años. Pero en el ocaso otoñal de nuestra edad, y mirando hacia atrás nos damos de bruces con una serie de fotos grises de nuestra juventud, imágenes que no agrietó el tiempo.

Ciudadanos y amigos en estas comarcas, pacíficas y norteñas, valencianas, hace 50 años grabó la memoria la foto chilena con la figura de Augusto Pinochet al fondo, era septiembre del 1973; 5 años antes, a finales de agosto de 1968, se había quedado en el recuerdo la silueta juvenil de Jan Palach, con los tanques invasores del Pacto de Varsovia al fondo en la capital de Checoslovaquia. Entre una y otra fecha, en Castelló del Riu Sec, la piqueta tardofranquista quitó de en medio la Pérgola del parque de Ribalta; aquel lugar lindo y abierto, que se puede recuperar, donde bailábamos las canciones lentas de nuestra juventud. Una juventud inconformista, falta de democracia y que soñaba un mundo más justo para estas y para las demás tierras, más allá de los cerros cercanos que protegen la Plana castellonense. Al cabo --afirmaron siempre los viejos de este lugar-- quien a los 20 años no disfruta de buenas dosis de inconformismo y rebeldía no acaba de ser del todo joven; y quien a partir de los 40 carece de algunos posos conservadores, no está en todos sus cabales.

Trágico grito de protesta

Veinte años y unos meses tenía hace 55 Jan Pallach cuando se prendió fuego en la plaza de San Wenceslao de Praga. Fue un trágico grito de protesta contra la invasión de su país por los tanques de la Unión Soviética y demás países del Pacto de Varsovia, excepto Rumanía, dado que el liberal Nicolae Ceausescu no envió sus acorazados, aunque apoyó la agresión. Los carros de combate de las dictaduras comunistas pusieron punto final a la Primavera de Praga, un intento de sacar a flote la democratización de una dictadura, avanzar hacia un socialismo de rostro humano, alejado de la barbarie estalinista. Todo se fue al traste en aquel intento democratizador que protagonizó Alexander Dubcek, apoyado por el presidente de la república popular, Ludvik Svoboda. Pocos años después, uno se enteró de que, en la lengua de Bedrich Smetana, el compositor checo de Má vlast (Mi patria), Svoboda es libertad.

La misma libertad que perdieron los chilenos hace 50 años, mediante el pronunciamiento encabezado por Pinochet y que cortó en seco la via democrática hacia el socialismo. La ultraderecha ya había intentado que Salvador Allende no llegara al poder democráticamente. Intentó secuestrar y asesinó al comandante en jefe del ejército chileno, René Schneider, un militar constitucionalista y equilibrado: una provocación antes de que Allende se hiciera cargo de la presidencia chilena. Poco antes del 11 de septiembre quitó de en medio también al sucesor de Schneider, al general Carlos Prats, también militar constitucionalista, quien fue asesinado un año más tarde, en 1974, en Buenos Aires, por Dina, la policía secreta de Pinochet. Este último se quedará en la foto como el gran felón de la historia, el que aparentemente se mostraba como constitucionalista, mientras conspiraba de forma oculta y desleal contra el gobierno constitucional del Chile hispano, creando en el país hermano unas fracturas sociales que perduran hasta hoy en día. Es lo que tienen las dictaduras: son la corrupción absoluta.

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