Adviento con grilletes ligeros

Tengamos esperanza en que fin de año venga acompañado de la desaparición de la crispación

Paco Mariscal

Paco Mariscal

Amigos y allegados en Castelló del Riu Sec y comarcas vecinas, llegó el Adviento, que en las cristianas identidades y tradiciones viene a ser tanto como tiempo de espera o esperanza. Se espera que la oscuridad de la noche se acorte y que se prolongue la luz del sol como mandan los cánones de un año nuevo astrológico; esperan los piadosos creyentes la conmemoración del nacimiento del hijo del carpintero de Nazaret, para recordar el perenne mensaje de paz, convivencia, concordia, y amistad en el seno de la familia y en la sociedad, porque llega la Navidad. Y depositamos una pizca de esperanza, casi toda la ciudadanía hispana incluida la del País Valenciano, en un final del Adviento que venga acompañado de la desaparición de la crispación, el rencor, la mentira y el insulto con que nos damos de bruces en la política destartalada que aguantamos desde Finisterre al cabo de Gata, y desde Jerez de los Caballeros al Camp de Morvedre. Y alude aquí este desaliñado plumilla, únicamente, a la superestructura social de los partidos políticos, y a otras agrupaciones o grupúsculos con un determinado poder mediático; capillas mediáticas cabría indicar como los de forma equívoca autodenominados Abogados Cristianos, o los propagandistas telemáticos del entorno de Puigdemont: cliques sectarias del estruendo y la confusión, a diario más sectarias que los partidos políticos conocidos.

Constitución Española

Observamos, aunque no se aluda aquí por conocido el tema, la celebración otoñal y pacífica con que una gran parte del vecindario recuerda el aniversario de la Constitución Española. Ayer, día 6, las márgenes del Riu Sec disfrutaron de la eterna primavera de la Plana, donde el invierno es casi imperceptible; el ruido político podía ser mucho, pero en los provinciales límites de Castelló dominaba el tranquilo runruneo del tráfico en las principales vías de comunicación: desplazamientos festivos de propios y extraños. Otro tanto tenía lugar en la anchas Españas. Y, si bien nos fijamos, siempre se entrevé el resquicio de esperanza.

En el pasado, que es presente, de la cultura y las lenguas españolas, hallamos rastros de ese resquicio esperanzador, que jamás debemos perder. Luis de Góngora nos dejó en magníficos octosílabos en castellano la historia aquella del condenado, forzado y oprimido por piratas otomanos: «Amarrado al duro banco/ de una galera turquesa, / ambas manos en el remo/ y ambos ojos en la tierra». Sufre el oprimido lo insufrible en su cautiverio con el correspondiente trabajo forzado, pero al final del romance se encuentra un resquicio a la esperanza: el cautivo vislumbra en las cercanías de la mar mediterránea e hispana las velas de bajeles cristianos, que quizás lo liberarán.

Grilletes

En el catalano-valenciano-balear de Castelló del Riu Sec escribió Jordi de Sant Jordi algo semejante en geniales dodecasílabos. El valenciano Jordi de Sant Jordi vivió a caballo entre los siglos XIV y XV, época confusa e intolerante en la Europa de nuestros pecados, y por supuesto cismática como nos la quieren los intolerantes de hoy en día. En su poema Desert d’amics, la vida se convierte para el vate en cautividad, soledad, desolación, nostalgia y tristeza. Le daba más valor a soportar unos grilletes opresivos ligeros, que a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor: «E los grillons lleugers ara preu més/ que en temps passat la bella brodadura». Y los grilletes ligeros o suaves eran para el poeta ese resquicio de esperanza que en los versos finales del poema quiere encontrar en Dios o en la cabeza regia de la Corona de Aragón. Si nos fijamos, a lo mejor hasta encontramos ese resquicio en la turbulenta política hispana.

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