Contra la violencia

Un espacio de apoyo mutuo: Así funcionan los puntos violeta en Magdalena

Los puntos violeta han sido un lugar seguro para todas las personas durante las fiestas y, en ellos, las trabajadoras han dado el apoyo que necesitaban a quienes acudían por situaciones de acoso 

Punto violeta situado en la plaza Maria Agustina durante las fiestas de la Magdalena.

Punto violeta situado en la plaza Maria Agustina durante las fiestas de la Magdalena. / Laura Colmenero

Laura Colmenero

En los puntos violeta ha habido, durante todas las fiestas, un espacio seguro para que las mujeres pudieran acudir en caso de sufrir alguna agresión. Ahí, las trabajadoras sociales también han ofrecido, además de un punto de apoyo contra la violencia machista, información y orientación sobre cómo actuar en estos casos.

Aunque no estuvieron exentos de polémica, los puntos violetas se colocaron en diversas plazas de la ciudad, entre ellas, la plaza María Agustina. Aquí, Lidón Molina trabajó durante toda la semana para «todas las personas que se sienten agredidas o incomodadas», afirmó.

Su trabajo consistía en activar el protocolo necesario en caso de que alguna víctima acudiera en busca de ayuda. «Lo primero que hacemos es intentar taparla un poco, es muy violento que la vean», afirmó. Una psicóloga trabaja con ella en caso de que esté en estado de shock o en crisis. En estos casos, siempre se informa a la víctima sobre qué recursos tiene, y «es decisión de la víctima si quiere continuar o no con el proceso», comentó. Además, cuentan con el apoyo de una patrulla de la policía, que estaba activa el mismo tiempo que el punto violeta en el que ella operaba, de 23.00 a 2.30 de la noche.

Lidón Molina, trabajadora social en el punto violeta de la plaza Maria Agustina.

Lidón Molina, trabajadora social en el punto violeta de la plaza Maria Agustina. / Laura Colmenero

El espacio, además, no era únicamente para los casos de violencia machista o abuso sexual; cualquier persona podía acudir si se sentía desprotegida. Molina afirmó que era común que aparecieran chicas «solas o sin batería en el móvil». Ellas estaban para ayudar, contactar con quien necesitaran, y, en definitiva, hacer que se sintieran más seguras. 

En ambiente de fiesta, reconoció, es más probable que ocurra una agresión. Sin embargo, ella defendió que no es «un condicionante para agredir, aunque lo cogen como argumento». Destaca el sentimiento de impunidad que pueden alcanzar los agresores cuando consumen alcohol u otro tipo de sustancias. «Los datos lo dicen, en fiestas se producen muchas más agresiones sexuales», concluyó.

Algo que Molina destacó es que cualquiera podía acercarse al punto violeta en busca de ayuda, indiferentemente de su sexo. «Si ha habido un ataque homófobo pueden acudir aquí, da igual su género. Si un hombre se ha sentido incómodo por una mujer también pueden acudir aquí», subrayó.

Además, también destacó la importancia de la educación para prevenir las agresiones. Ella consideró que «si analizamos el problema de raíz, la base fundamental es la educación», y que de esta forma, se podrían prevenir muchas agresiones. Sin embargo, reconoció que es algo que puede llevar mucho tiempo corregir. Incidió en que habría que invertir más tiempo y recursos en las escuelas para incluir una educación en perspectiva de género efectiva.