El regreso al campamento base de Sueca y la familia

Joan Baldoví siempre vuelve a su pueblo para encontrarse con sus amigos de toda la vida; es «cercano, sencillo, un tipo normal» que disfruta de la sobrasada con ‘llavoretes’ y el ‘putxeret’

Jordi, el peluquero de Joan Baldoví, junto con Salvador Vendrell, cuñado del candidato y escritor, que lee la biografía que escribió sobre él; y Salvador, carnicero y compañero de aventuras políticas, que enseña el embutido de Sueca, ‘les sobrasades’.

Jordi, el peluquero de Joan Baldoví, junto con Salvador Vendrell, cuñado del candidato y escritor, que lee la biografía que escribió sobre él; y Salvador, carnicero y compañero de aventuras políticas, que enseña el embutido de Sueca, ‘les sobrasades’. / Agustí Perales Iborra

Violeta Peraita

Entrar en Sueca un martes a las diez de la mañana hace que el mundo exterior se antoje lejano. La brisa, el sol que toca sus calles tímidamente inundadas de vecinos y vecinas inmersos en su cotidianidad. Una ambulancia recoge a una mujer, los comercios reciben a señoras y caballeros con sus carros de la compra y saludan. Un pueblo. Concretamente el de Joan Baldoví, candidato de Compromís a la presidencia de la Generalitat y ex diputado en el Congreso. Sueca es el campamento base. Puede hacerse kilómetros que siempre vuelve al pueblo. Es donde tiene su casa, su familia, su gente. Así lo afirman quienes lo conocen. La ruta comienza en el mercado municipal. Nada más entrar se encuentra la carnicería de Salvador. Tres señoras hacen cola y este diario se suma a la espera. ‘Voro’ corta, empaqueta y repite. «La vedella acaba de vindre, esta es molt tendra» le dice a un vecino que pregunta por el producto.

El carnicero del mercado conoce a Joan Baldoví desde hace décadas. Casi treinta años. Recuerda que incluso estuvo en la lista de Compromís en unas elecciones municipales como independiente. Describe a Baldoví como «un tipo genial» y recuerda que cuando era alcalde «iba con la bicicleta por allí y por allá» y todos estos años de diputado «tiene mucha paciencia cuando viene a comprar». El motivo es que «todo el mundo le pregunta, le habla y él atiende a todos». 

Cuando era alcalde «iba con la bicicleta por allí y por allá

Lo que se lleva normalmente es ‘pucheret’ y ‘sobrasada con llavoretes’. Así se llama en Sueca al embutido, «sería como la longaniza de pascua de Sueca». En Navidad se lleva cordero para hacerlo con ajos tiernos y patatas y en Sant Roc, pato. Es un «buen tío». «Toma, prova un poc de sobrasada, té un gust especial». Este diario obedece.

A la ‘pelu’ cuando uno puede

Unas calles más allá está Jordi. La peluquería Viñoles hace esquina. Y se adapta a los horarios locos de la política. Así lo explica Jordi, mientras le corta el pelo a un joven del pueblo. «Conocía a Joan Baldoví porque es del pueblo pero hace año y medio que viene a cortarse el pelo. Es abierto y cercano, noble, sencillo. Una persona normal», describe el peluquero. Señala que el ahora candidato a la presidencia de la Generalitat se deja caer por el pequeño local cada quince días, más o menos. «Viene muy a menudo. Le gusta ir con el pelo bien cortito, dice que sino no se siente cómodo en su actividad política diaria. Se ha de ir aseado y yo creo que él se lo toma en serio». «Todo el día con los focos encima, es normal que quiera ir cómodo». Mientras Jordi corta por aquí y por allá, hablan de la bicicleta de montaña y carretera, pues a los dos les encanta salir con ella. ¿Coge cita con calendario en la mano? El peluquero ríe. «Bueno, de vez en cuando hay que hacerle algún favor que otro», dice en tono divertido. «A veces le tengo que hacer algún hueco urgente, pero lo entiendo, los ritmos que lleva son frenéticos», señala. 

El pueblo de Riola

A algo más de dos kilómetros y medio se encuentra el pequeño pueblo de Riola. Muy cercano a Sueca, donde creció Baldoví, hay una localidad con la que el candidato también tiene lazos muy estrechos. El candidato a la Generalitat y hasta ahora diputado en el Congreso de los Diputados fue profesor en el CEIP Miguel Hernández y justo enfrente de la puerta del centro educativo vive Salvador Vendrell, docente jubilado, escritor y también su cuñado. «Nos conocimos con nueve años, cuando íbamos al instituto. Desde entonces somos amigos». Y familia también, «estamos casados con dos hermanas». 

Juntos se metieron en política con 16 años. «Bueno, él era más ‘festero’ que yo, que me impliqué antes, por eso siempre me dice que yo tengo la culpa de que se dedique a la política», cuenta Vendrell. Sobre la mesa el libro que publicó en 2017, Joan Baldoví. En clau valenciana. Empezaron a militar de jóvenes, «una generación que creció en la transición en Sueca y que aprendimos mucho yendo a casa de Joan Fuster». Vendrell detalla que Baldoví es «molt suecà», siempre vuelve a casa. Tiene una familia que está «muy unida». «Nos llevamos todos muy bien y nos juntamos para cualquier excusa. Todos. La jornada de reflexión la pasaremos en familia».

El domingo pasado estuvieron viendo el fútbol en casa de Vendrell, «él es del Valencia CF y yo del Barça, pero el fútbol es una excusa para juntarnos con el tercer cuñado de la familia, Manolo. Normalmente Baldo trae ‘panaetes’, empandillas de atún y ‘brossa’, espinacas», cuenta Vendrell. Si algo está haciendo Baldoví es «trabajar muchísimo». Vendrell dice que sabía antes de que Baldoví se lo dijera que sería candidato a la presidencia de la Generalitat. «Fabricar un líder no es fácil y esto era lo que tenía que pasar». Vendrell cree que aunque su cuñado haya podido tener alguna «tentación de jubilarse», la política «es un veneno, una droga, le gusta tanto que se vuelca. Está dejándose la piel».

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